Entre cartas, poemas y cuentos
Adecuaste tu pensamiento revolucionario a lo que es bueno
para una nación y el mundo, hallando concomitancia en todos
los pueblos a dar solución por necesidad inequivoca a la igualdad; la reforma impulsada es por el sentimiento colectivo.
Contemplativa y complaciente es la actitud del hombre ante la fosilizada sociedad
privilegiando su primacía pero sintiendo bullir simpatía y admiración por la mujer.
Supiste que el hombre que quiera producir efecto político debe desterrar
desde la palestra o con su pluma los prejuicios que dilatan la irrupción plena de la igualdad.
Percibes con sigiloso entusiasmo las decisiones ecuánimes por tu lucha y te guardas de
dos enemigos siempre peligrosos: la pasión por la mujer que torna al hombre parcial y la tendencia a cohonestar con la sociedad.
Tu revolución exime los extremos peligrosos; va de la mano del sentimiento de los pueblos que claman subsanar siglos de injusticia irreversible que tú has iniciado estimulando a los pueblos a cambiar por amor a la convicción y a seguimiento de la voz de la conciencia.
Tu ansia insobornable de enmendar no hallara el dulce descanso mientras exista alguna región oprimida que consideras un estrago para la humanidad que te mira con ojos pasmados y te alaba mudamente.
Por Raúl Pino-Ichazo T.
Abogado - Escritor
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