[Armando Mariaca]

Los policías y su paso por un drama


Los últimos acontecimientos que tuvieron como protagonistas a policías de mediana y baja graduación apoyados disciplinadamente por la clase tropa, han mostrado a la colectividad nacional el drama que viven estos servidores del Estado y que los gobiernos saben aprovecharlos muy bien, pero a costa de grandes sacrificios que deben sufrir quienes pertenecen a la institución policial.

Hasta ahora, la vista de policías de tropa y algunos de baja graduación, caminar por calles, avenidas y plazas; su actuar casi displicente que la colectividad ha comprado; su casi indiferencia ante sucesos que se producían en centros poblados y, en extremo, los casos de abusos que cometían muchos policías con personas que asistían a marchas y manifestaciones o también con quienes eran motivo de sanciones por decisión de juzgados o por voluntad de algún Ministerio o autoridad de cualquier tipo, eran “cuadros” presenciados y sufridos por la colectividad que muchas veces pidió el cambio de esos grupos de “malos policías” y, en su caso, una reestructuración total de la institución.

Lo ocurrido en pocos días, las condiciones de sufrimiento y amargura que han mostrado los policías y sus familiares; la dejadez, nomeimportismo de las autoridades que no han sido capaces de proveer de lo más necesario a cuarteles y centros de acuartelamiento (caso de catres, colchones, frazadas, menajes y vituallas de cocina, ausencia de duchas, inodoros y provisión de útiles de limpieza, etc., etc.) es muestra de que las reacciones producidas en estos días se justifican plenamente.

El drama policial ha sufrido la colectividad como algo personal, como una forma de lacerar no sólo las conciencias sino los cuerpos mismos en la posibilidad, así sea lejana, de ponerse en su lugar. Policías exigidos, reconvenidos por cualquier falta, obligados a trabajar hasta el doble de los horarios que les correspondían, disponibles para cualquier emergencia, llamados para los hechos más insólitos, mal pagados y con viáticos que no alcanzan ni para la compra de unos cuantos panes; carentes de uniformes y vestuario que muestre siquiera mínimamente el respeto que merecen. Esta es realidad que se ha mostrado en los canales de televisión y que han comprobado muchos ciudadanos que tuvieron la oportunidad de tener acceso a instalaciones y charlar detenida y francamente con agentes y policías.

En cambio, según los damnificados, las tropas de las diversas dependencias de las FFAA cuentan con todos los beneficios y consideraciones; los policías piden, con mucha razón, que por lo menos se nivelen los sueldos a los que se gana en la institución militar. Exigen, además, que se dote de todo lo necesario a los recintos policiales y que haya consideración y respeto por sus derechos como personas humanas.

En medios oficiales se alega que “si no hay contento, que se busquen nuevos empleos”. Cuán fácil es decir todo ello si hay que renunciar a muchos años de servicio... Al temor de que no habrá castigos ni sanciones y represalias por los últimos hechos; por otro lado, habría la intención de renunciar siempre que se presenten otros trabajos que no los hay. ¿O es que el Gobierno y quienes no vacilarían en despedir a policías están en condiciones de ofrecerles nuevos empleos?

El país, conjuntamente los policías y muchas personas necesitadas de un trabajo o siquiera de un mínimo sustento seguro, preguntan: ¿por qué no puede haber presupuesto para gastos simples que es preciso hacer a favor de los policías, sus recintos y cubrir las necesidades de vituallas, ropa y elementos imprescindibles para una vida digna? ¿Cómo hay dinero para aviones de lujo, excesos en las FFAA con la compra de aviones, armas y vituallas que pueden ser prescindibles? ¿Cómo no se puede destinar parte del presupuesto de gastos reservados a favor de la institución policial?

Las situaciones dramáticas en las que viven los policías y sus familiares preocupan seriamente a la colectividad nacional porque, se ha comprobado, nadie puede permanecer indiferente ante todo lo que ocurre y que, lamentablemente, ha dado lugar a que “incrustados” en la entidad hayan cometido desmanes y asaltos, quemazón y destrucción de oficinas y su contenido para que todo se enrostre a los policías. Todas esas personas deberían ser identificadas y puestas a buen recaudo previos los procesos del caso. Que pueden haber oficiales y tropa de exaltados en la Policía, seguramente los hay, pero son la excepción, los más existen y padecen un drama que debería avergonzar al Gobierno y a la misma colectividad que, a veces, exige más de lo debido a quienes no tienen ni lo suficiente para sobrellevar la pesada carga que les ha tocado vivir.

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