El problema marítimo es de interés nacional, porque involucra a todos quienes nacieron bajo el manto de la tricolor, hombres y mujeres, rurales y citadinos, ricos y pobres, orientales y occidentales, quienes, desde luego, no han perdido la confianza en recuperar el Litoral cautivo, pese a las dificultades que se presentaron en el camino, en más de cien años de enclaustramiento, obra de la invasión chilena.
En este marco, valga reiterar, la política internacional del país vecino al respecto no ha cambiado. Dicha actitud se la advirtió, nuevamente, en la reciente 42 Asamblea de la OEA, que tuvo lugar en la ciudad de Cochabamba. En consecuencia el tema marítimo está empantanado, como siempre, por cuanto no se ha registrado ni el más leve avance, frustrando, hoy como ayer, nuestras inquietudes de reivindicación.
Bolivia dentro o fuera de sus fronteras no deja de ser solidaria con países que formulan sus históricas demandas, pero desgraciadamente nadie dijo algo en relación con nuestro injusto encierro geográfico, en el evento internacional del valle. He ahí la “retribución” que recibió por su sinceridad, su lealtad y por haber hablado sin dobleces.
Y tarde o temprano, con o sin respaldo de los países vecinos, con o sin la intervención de la justicia internacional, el usurpador tendrá que revisar sus argucias que se originaron en la invasión de 1879 y restituirnos, en definitiva, nuestra soberanía sobre el océano Pacífico. Entonces resurgirá la paz continental duradera con señales de entendimiento, tolerancia y sin territorios minados.
El problema marítimo, si nos dignamos revisar antecedentes históricos del pasado mediato e inmediato, no será solucionado de manera inmediata. La solución demandará de un largo proceso de acercamientos y distanciamientos, de avances y retrocesos, de esperanzas y desesperanzas. Entretanto debemos reiterar nuestra denuncia ante los pueblos y gobiernos del mundo porque Bolivia fue victima de sus vecinos, desde su nacimiento como República en 1825, y uno de esos ignominiosos hechos ha sido arrebatarnos el Litoral, con una invasión sin precedentes en la historia del continente latinoamericano.
Asimismo es necesaria la adquisición de armamento, aviones, cañones antitanques, antiaéreos, etc., para el potenciamiento y modernización de las Fuerzas Armadas de la Nación, hecho que nos permitirá hablar en igualdad de condiciones con el invasor de 1879. Urge asumir esta actitud para cualquier emergencia que se nos presentase y pese que nos declaramos pacifistas en nuestra actual Constitución Política de Estado.
Se podría restablecer las relaciones diplomáticas con el vecino país, para gozar de sus ventajas, ya que aquél, sin necesidad de ellas, ha logrado penetrar en nuestra actividad comercial, industrial, cultural, etc. Y nosotros estamos muy lejos de alcanzar ese objetivo.
En suma: sólo la unidad nacional nos permitirá avanzar hacia la recuperación de lo que ayer fue nuestro, el Litoral cautivo desde la invasión de 1879. Divididos jamás tendremos la posibilidad de conseguir ese histórico propósito.
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