Hace un tiempo habíamos hecho mención de la siguiente frase: “en Bolivia pasa todo y no pasa nada”. Otros aseguran que se debe decir “en Bolivia pasa todo, pero a la vez no pasa nada”. Como fuere, se comenta que la puesta en vigencia de tales palabras es atribuida a un octogenario líder y jefe político ya fallecido, que tuvo gran ascendencia en el país, y fuera de estas latitudes.
La ya famosa frase desde hace muchas décadas, pareciera estar más vigente que nunca en la actualidad. Se entendía, o al menos se quiere entender, que con esa expresión se referían al surgimiento en la Patria de una serie de hechos inusuales, quizá preocupantes y graves, pero que al poco tiempo, concertaciones de rigor mediante, los mismos quedaban arreglados.
Como por arte de magia, cuando se pensaba o imaginaba lo peor de lo peor, llegaban las soluciones y todo retornaba a lo que bien se podría definir como una virtual pasmosa rutina: la normalidad. Algo que casi no es novedad en Bolivia, pues hasta se da el caso de que cuando no hay marchas, paros o bloqueos en el centro capitalino paceño, por ejemplo, se comenta que “algo está pasando”. Revisando nuestra historia, a propósito, encontramos una secuencia de hechos y pasajes harto llamativos, dramáticos y hasta insólitos. Nos imaginamos que en esos tiempos tales situaciones traían y aparejaban horas o días de zozobra e incertidumbre, temiéndose quizás el más fatal desenlace, empero finalmente las aguas volvían a su cauce.
En estos tiempos, a partir del año 2000 que fija el ingreso al tercer milenio, también colmados de acciones y actitudes tan inherentes a la misma esencia del boliviano, y al ser humano en general, hubo de todo y para todos, no obstante siempre en el corolario, para tranquilidad mayúscula: “no pasó nada”. Nunca más vigente esa frase, se cree, en estos tiempos que corren y vuelan por esta viña del Señor. Se dio el caso de que cuando agoreros y no agoreros se anticipaban en anunciar lo peor a raíz de los últimos acontecimientos vividos en el país -motín policial- de la noche a la mañana, se puede afirmar, que volvió la “normalidad”, con esa cotidianidad que raya ya en una especie de idiosincrasia colectiva.
Que lo ocurrido sirva a todos para comprender que los problemas deben ser encarados con la prontitud del caso, buscando las mejores soluciones con sinceridad y desprendimiento, a fin de lograr el bienestar general y la certidumbre de todo un pueblo que confía en lograr mejores días, evitándole así las horas de temores, e incluso de ponerla en vilo, sea desde el bando que fuere.
Por lo demás, siempre será mejor dejar de lado odios, frustraciones, resentimientos, angurrias y deseos de revancha, en procura de lograr el verdadero reencuentro de la bolivianidad. Aunque al final, estimamos que muchos exclamarán con una cansina paciencia y actitud conformista: “felizmente que en Bolivia pasa todo y no pasa nada”. Claro está, entendiendo definitivamente por el lado positivo esa frase, tal como debe ser, la misma que al parecer está destinada a vencer las barreras del tiempo en nuestro lindo país, al igual que otras muchas expresiones que seguramente se le vienen a la mente a usted, como eso de “sembrar nabos en las espaldas del pueblo”, “el maravilloso instrumento del poder, o el árbol de las peras”.
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