Indigenismo dividido

Hasta 1952 los indígenas habían estado sometidos a siglos de esclavitud, inclusive antes de que vinieran los españoles, ya que en el periodo precolombino fueron víctimas de la dictadura de los incas, que eran elites privilegiadas a las cuales tenían que servir. Cuando llegaron los españoles, su trato era tan desconsiderado, que los utilizaban para trabajo en las minas de plata y en sus haciendas.

Con la revolución murillana de 1809 hubo libertad para criollos y mestizos, no para los indios, que continuaban en condiciones de esclavitud. Según la historia, cuando Isidoro Belzu levantó al populacho contra la aristocracia del Alto Perú, estaba rodeado de cholos, no de indígenas. Mariano Melgarejo, el tirano, era enemigo de ellos. Así, diferentes gobiernos declaraban que había que ayudar al indio, pero con límites. Este modo de pensar, racista, indisponía a los bolivianos.

Pese a todo, eran integrantes de la nacionalidad y participaban como bolivianos en diferentes hechos de la historia republicana, sacrificando sus vidas, junto al Mariscal de Zepita. Indígenas ganaron la batalla de Ingavi y se inmolaron, integrando el ejército, en la batalla del Alto de la Alianza; también defendieron el territorio del Acre y su aporte en la Guerra del Chaco fue incalculable.

Actualmente, reincorporados a la sociedad, desempeñan un papel importante, ya que su número poblacional es de 3.150.000 y están diseminados por todo el territorio. Un núcleo humano grande lo constituyen aymaras y quechuas, asentados en el occidente y grupos étnicos como los guaraníes, moxeños, chiquitanos y otros viven en el oriente, cuyo número es menor. Todos los indígenas forman 36 naciones autónomas.

A medida que echan raíces en su territorio, se organizan en núcleos comunitarios, confederaciones y centrales campesinas, para conseguir mejores condiciones de vida. Pero este cometido hoy está fracasando por la introducción de la política en el campo, y a ello se suman inclementes factores climáticos que ocasionan la migración de los indígenas a las ciudades, abandonando las labores agrícolas, dedicándose a otras actividades para sobrevivir.

Ahora las centrales campesinas de diferentes partes del país están abocadas a actividades políticas y algunas al sembradío de cocales, desnaturalizando su verdadera función, que es la agropecuaria. Este problema influye en la disminución de la producción de alimentos y obliga a importarlos de otros países, con precios altos. Llama la atención que existan diferentes confederaciones y centrales campesinas, con variados objetivos, lo que constituye una división que está provocando enfrentamiento de regiones, como sucede con los del TIPNIS, los “ponchos rojos” y otras agrupaciones campesinas, que no tienen uniformidad de criterio.

Por eso es necesario que se trate de organizar un congreso que sea la expresión del verdadero indígena, para sacar conclusiones que conduzcan a mejorar sus condiciones de vida, porque en realidad hay etnias y pueblos abandonados a su suerte, sin luz, agua potable, servicios higiénicos, a los que tienen derecho como todo ser viviente. Es preciso tener una Bolivia integrada para conseguir desarrollo.

El autor es ex docente de la UMSA.