La noticia de perfil
En días pasados, cuando el Gobierno tuvo que hacer frente simultáneamente al motín de los policías y al inminente arribo a La Paz de los heroicos marchistas del TIPNIS, mi pariente espiritual y yo temblamos al escuchar las palabras del vicepresidente Álvaro García Linera, que anunciaban un golpe de Estado contra el gobierno de nuestro amado Evo.
En medio de nuestra “tembladera” y dándome hueso con hueso con las rodillas de la chola cochabambina, le pregunté si ella había podido captar entre sus amigas y clientes del mercado Rodríguez alguna noticia acerca de un golpe de Estado, respondiendo mi principal informante: “va a perdonar, compadre, pero ellas no captaron ni el más leve rumor acerca del golpe, por lo cual yo le pido no inquietarse ni comunicarme sus temblores...”.
Respiré más tranquilo al escuchar el informe oral de mi comadre, recordando simultáneamente que en mi vieja carrera de periodista había aprendido que los servicios de Inteligencia de las “caseritas” siempre habían sido más eficientes que las gubernamentales, incluyendo a los manejados por las Fuerzas Armadas, la Policía Nacional, las Fuerzas Armadas venezolanas y las cubanas.
Como yo seguía temblando, como todas las veces que escucho la serena voz de nuestro Vicepresidente, mi pariente espiritual me sirvió un matecito de toronjil y otro de manzanilla que tranquilizaron mis nervios, momento que ella aprovechó para preguntarme acerca de mis conocimientos personales en materia de golpes de Estado, y para complacerla tuve que estrujar mi magín para exprimir viejos recuerdos.
Le conté recurriendo a mi memoria y también a mi fantasía ser un experto en golpes de Estado y que mi recuerdo más antiguo se remontaba a la época de la Guerra del Chaco, yo era niño aún e intervine en el Corralito de Villamontes cuando depusimos al presidente Salamanca. Mi comadre quiso saber qué hacía yo en “el Corralito”, contestándole con naturalidad: “lo que todos los niños hacen en el corralito, pues en las guerras no hay servicios higiénicos”.
Luego le relaté mi actuación en muchos golpes de Estado, concluyendo en decirle que la primera condición para un golpe era el sigilo, pues como decimos en mi pueblo: “guerra avisada no mata moros” y no debes contar el golpe ni a tu mujer y menos a tu chola.
Macacha se dio por aludida y me reclamó ofendida, respondiéndole que ella no era mi chola sino mi pariente espiritual y benefactora económica. También le conté que los golpes de Estado no se dan al mediodía con miles de marchistas agotados que recorrieron centenares de kilómetros, caminando descalzos y con wawachas a la espalda, y tampoco con policías malpagados y dependientes del Ministerio de Gobierno y del Presidente de la República.
Terminé mi charla con la buena cochabambina diciéndole: “nuestro ilustrado Vicepresidente nos preocupó sin motivo hablándonos de un golpe de Estado trucho”.
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