Aunque dando todavía algunos signos de vitalidad y energía, el grupo de países de la llamada Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América (ALBA) -formada por Cuba, Venezuela, Ecuador, Bolivia y Paraguay y otros del Caribe-, está pasando por una etapa crucial al mostrar un resquebrajamiento en su estructura orgánica, así como en su contenido político. Después de un nacimiento con grandes y hasta utópicas iniciativas, pasó a una escasa actividad y al presente se halla a punto de zozobrar.
Ese orden de problemas empieza con la senectud y difícil estado de salud del comandante Fidel Castro, que día que pasa da menores manifestaciones de vida y hasta dejó de producir sus quincenales artículos analíticos de impecable carácter gramatical, pero de contenido cada vez más débil.
Tras la ancianidad de Castro se encuentra la situación física de Hugo Chávez, quien desde hace un año enfrenta una sostenida desintegración de su salud, víctima de un cáncer en uno de sus órganos abdominales (y tal vez con metástasis a otros), que lo tienen sometido a un tratamiento enérgico, del que sus allegados esperan resultados favorables, para que el caudillo venezolano llegue a las elecciones de octubre y así pueda continuar manejando las riendas de su país.
Mientras Castro y Chávez pasan por momentos personales difíciles, otro de los socios del ALBA, el presidente Rafael Correa de Ecuador capea un borrascoso temporal de fuerzas opositoras que, en más de una oportunidad, lo han puesto en figurillas y lo han hecho mostrar notable molestia, síntoma de que quien se enoja primero, pierde la batalla.
Por sí fuera poco, Paraguay, otro socio de la Alianza, acaba de sufrir un colapso interno ante la destitución del presidente Fernando Lugo, quien después de un gobierno muy criticado por actitudes personales y débil conducción política (y lo que es más grave, una masacre de campesinos por parte de sus subalternos), cayó del poder aparatosamente, debido a un juicio político, hecho que hizo perder al ALBA uno de sus firmes pilares.
Completando ese escabroso panorama, otro socio de la Alianza, Bolivia, encabezada por Evo Morales, enfrenta una crisis interna de no menor gravedad, la misma que como prolongación de la oposición social interna (los médicos, los indígenas del TIPNIS y otros sectores) de gran magnitud, estalló con el amotinamiento policial que se extendió la semana pasada, durante varios días, en todo el país y parece que, pese a los esfuerzos de solución, sólo ha sido un tratamiento de forma, por lo que persiste el mar de fondo, como revela el hecho de que alrededor del 75 por ciento de la población de las principales ciudades del país (La Paz, Sucre y Tarija) es adverso al Gobierno.
En esa forma, los cinco principales (Venezuela, Cuba, Ecuador, Bolivia, Paraguay) asociados del ALBA viven momentos angustiosos, sin contar la inestabilidad de sus socios de Argentina, Brasil, Nicaragua y otros. Así se perfilaría el crepúsculo de la Alianza Bolivariana.
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