La noticia de perfil
Al comenzar el mes de julio me puse a buscar mi tea de la libertad que guardaba en mi ropero junto a mi vieja guitarra sin cuerdas y una bacinica de plata que mi mujer hispanoparlante me la puso de sombrero cuando un 16 de Julio retorné a mi casa inflamado de patriotismo al grito de “¡Gloria a Murillo y abajo los chapetones!”.
Mientras trataba de sacar brillo a mi tea apareció en mi casa la chola cochabambina que me conduce por los caminos oscuros de mi vejez prematura y en vez de unirse a mi patriótico propósito me dijo que venía a recordarme que el pasado domingo debería pagarle los intereses que le adeudo por un préstamo que me concedió en los pasados carnavales, lo cual me irritó, respondiéndole que ingresábamos al mes de los paceños, de los “chucutas” y que en vez de cobrarme intereses dudosos de un préstamo contraído en estado inconveniente, ella debería colaborarme en festejar a don Pedro Domingo Murillo, más conocido en Estados Unidos como Peter Sunday Little Wall.
Parece ser que mis palabras conmovieron el tierno corazón de la cholita cochabambina, avecindada en La Paz hace treinta años, pues me pidió disculpas por atreverse a cobrar a un paceño en el mes de julio, cuando el buen sentido aconsejaba que me ayudara a honrar al “héroe de las pesadumbres”, como lo llamó mi desaparecido amigo don Carlos Gonzalo de Saavedra.
Macacha me dijo: “lo primero que tenemos que hacer como paceños es que durante el mes de julio, la Plaza Murillo, donde se levanta el monumento al protomártir, sea abierta para que todos los bolivianos podamos depositar ofrendas florales al héroe que fue sacrificado por los defensores de la Corona española”.
Le manifesté a mi pariente espiritual que las autoridades gubernamentales actuales han cerrado la Plaza Murillo por temor a que grupos opositores lleguen hasta las puertas del Palacio de Gobierno a presentar sus demandas y reclamos.
Mi perspicaz comadre, que sabe más que las arañas, aclaró mi percepción y me dijo: “no, compadrituy, si no dejan ingresar manifestantes a la Plaza Murillo no es por miedo a que éstos pudieran llegar a las puertas del Palacio Quemado, sino a que los manifestantes descarguen los desechos fisiológicos en medio de tan ilustre escenario histórico como es la Plaza Murillo”.
Ante la mención de tal agravio histórico al Protomártir y a la plaza que lleva su nombre me horroricé, aunque llegué a decirle a mi “lazarilla” que tal problema podría solucionarse con la dotación de mingitorios ambulantes, como se hace durante algunas fiestas folclóricas.
Mi brava compañera espiritual retomó su papel de heroína cochabambina y me dijo: “no, compadre, es que los paceños y no paceños no debemos permitir que la Plaza Murillo continúe cerrada para todos, menos los masistas, durante el mes de julio, porque no debemos dejar solo y abandonado a don Pedro Domingo Murillo y tengamos que saludarlo desde lejos y desfilar los días 15 y 16 por otros barrios y ciudades”.
Me gustó su llamada y le dije: “los paceños debemos imitar el valor de las palomas que tienen sus nidos en la mencionada plaza y hacen sus necesidades en ella sin pedirle permiso a Evo ni a su Ministro de Gobierno”.
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