Pbro. Dr. Luis Rojas C.
Según el representante de la República de Chile en su intervención de Tiquipaya en la última Asamblea de la OEA su triunfo fue total. No es así: hay que verlo también considerando otros puntos de vista, que modifican la opinión del exponente. Veamos: en primer lugar, el llamado Tratado de 1904 no sólo está “muerto”, como acertadamente lo afirmó nuestro presidente Evo Morales, sino que ontológicamente hablando, nunca existió “porque es nulo de pleno derecho”, como muy bien lo afirma el Dr. Mario Padilla (“Mar para Bolivia”, Ed. Edisil, Caracas 1991, p. 61).
Como se ve, el llamado Tratado de 1904 fue impuesto bajo la inminente conminatoria de proseguir la guerra por parte de Chile. Nuestro país, como consta por la historia, no tenía capacidad bélica. Sencillamente hablando: Bolivia no era libre para oponerse en estas condiciones de falta de libertad a algún tratante o contratante, en cualquier parte del ahora y siempre, que puede firmar válidamente un contrato o tratado. Por eso con toda lógica afirmamos: “el Tratado de 1904 NO EXISTE”.
Chile puede ganar locuazmente en todas las asambleas de la OEA; puede amenazar con sus ejércitos poderosos; puede ganar todas las guerras contra Bolivia, pero nunca va a poder hacer que lo falso sea VERDADERO. El Tratado de 1904 es “nulo”, por consiguiente: el Litoral de Atacama y su mar son de Bolivia como siempre.
Lo que hoy es el Estado Plurinacional de Bolivia es dueño de la provincia de Atacama desde los tiempos inmemoriales del Incario.
Rogelio Blanco T. (Rienzo Franco, El Mercurio de Chile, 6-6-12) dice: Bolivia ha creado un problema al enseñar y reiterar en sus textos de estudio su soberanía sobre el despoblado de Atacama. De acuerdo con la verdad histórica. Geográficamente en la frontera de lo que ahora es el Perú. No es verdad y la Historia nos enseña lo siguiente: “A la llegada de los españoles, el desierto de Atacama estaba bajo la soberanía del Imperio de los Incas (Dr. Mario Gutiérrez G., “Alegato histórico de los derechos de Bolivia al Pacífico”, La Paz 1962, pág. 1).
Para los cronistas de Indias Chile principiaba en Copiapó. Perú terminaba en el pueblo de Atacama y, por tanto, el desierto era “res nullius” antes de verificarse la expansión conquistadora del Inca Túpac Yupanqui que, como decían los romanos, fue el “primo capienti” (Id. op. cit. p.2). De este modo el desierto de Atacama pasó a formar parte integrante del Tahuantinsuyo. En verdad hablando, Chile nunca fue país colindante con el Perú.
En la asamblea de Tiquipaya, la OEA unánimemente ha recomendado el diálogo bilateral de Bolivia con Chile para solucionar el problema de una salida soberana al Pacífico. Si se tratara de recuperar solamente nuestro Litoral usurpado ilegítimamente por el mal vecino, el problema es bilateral. Pero si se trata -como ve- de la integración, fraternidad y hermandad de las naciones latinoamericanas, el problema es multilateral.
Desgraciadamente, como se ha visto en Tiquipaya en la dimensión de la OEA, como en lo pequeño de lo cotidiano, no les importa la justicia para los pequeños. La integración y fraternidad latinoamericana les importa un pito. Pareciera que Bolivia no tiene amigos. Sólo hay interesados en nuestro gas, petróleo y minas.
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