Ante la avalancha de candentes problemas sociales y económicos que agitan tanto el medio urbano como rural, los protagonistas, obreros y campesinos que encabezan esos incidentes, exigen la presencia del presidente Evo Morales para encontrar en esa forma solución a los conflictos. Sin embargo, pese a la urgencia de atender esos clamorosos pedidos, el primer mandatario se resiste a aceptar esos pedidos y se limita a ordenar que los casos sean resueltos por funcionarios sin poder de decisión o bien se hace el de la vista gorda, dejando que los conflictos prosperen y se agraven. En particular, el argumento al que recurre el Gobierno para no cumplir esos pedidos es que no puede hacerlo debido a su jerarquía administrativa.
En realidad el Gobierno tiene razón en ese sentido, pero, pese a todo, debe escuchar esas demandas, pues tiene la obligación de atenderlas y, de otro lado, puede, no obstante su jerarquía, atender personalmente la solución de los problemas, lo que, por lo demás, tranquilizará a la población y permitirá que las diversas actividades del país transcurran sin dificultad.
La presencia del primer mandatario en los lugares donde se lo solicita para resolver los problemas -como en los casos de Mallku Khota y otros- no encuentra obstáculo alguno, ya que él viaja sin dificultades, todos los días, a los lugares más lejanos e inaccesibles del país. Además no hace esas visitas para resolver problemas, sino para asuntos de mínima cuantía, tales como inaugurar canchas de fútbol, entregar letrinas o alguna escuela, ser objeto de aclamaciones y pronunciar discursos políticos.
Si bien el presidente Morales hace esas visitas cotidianas a villas y pueblos lejanos y casi sin motivo, sin considerar su alto rango, bien podría también, con mayor razón, asistir a los lugares a donde se lo invita y más aún, para resolver problemas de magnitud que tienen en vilo al país, que paralizan y alejan las inversiones y donde se producen acciones comunitarias como apresar y masacrar a policías indefensos, secuestrar técnicos, suspender la producción y originar marchas de campesinos hasta la sede del Gobierno, donde desatan actos de violencia que crean un ambiente de convulsión, llegando al caso de que se habla de un acto de desestabilización y hasta de golpe de Estado para poner fin al “proceso de cambio”.
El Presidente cuenta con las facilidades y seguridades para asistir a las invitaciones que le hacen sectores populares para resolver problemas. Está por demás decir que dispone de helicópteros, aviones, vehículos de toda clase y garantías para su seguridad. El pedido es más que justificable, ya que viaja a diario a lugares remotos donde su presencia, sin bien es oportuna, no es de urgencia, como en otros sitios donde se paraliza las relaciones sociales, se produce la muerte de gente valiosa, se toma como rehenes a técnicos, se pide nacionalizar empresas y donde los problemas no se resuelven por su ausencia.
Si el presidente Morales se ausenta varios días a Buenos Aires, Río de Janeiro, Bogotá, Caracas, La Habana, Mendoza y otros lugares de ultra mar y a veces sólo para jugar un partido de fútbol o participar en una reunión frustrada, bien podría dar a los hermanos bolivianos unos minutos de sus labores y estando éstos a pocos kilómetros de su despacho y con asuntos de mayor urgencia.
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