La política tiene sus bemoles, es decir sus cosas buenas y malas, trascendentes e intrascendentes, realidad que se advierte no sólo dentro de nuestras fronteras sino en Latinoamérica, o más allá de este continente, con presencia de capitalismo o socialismo, de la democracia o de la dictadura.
Las cosas buenas honraron el debate, el análisis y la reflexión, elementos que contribuyeron a construir un futuro con pan, justicia y libertad, mediante consenso, sin imposición de alguna naturaleza.
En este contexto expiraron trágicamente personalidades que se consagraron, de una u otra manera, al servicio incondicional del prójimo, que clamaba equidad e igualdad. Ahí está Abraham Lincoln, que hizo posible la manumisión de las personas de color en su país, quien falleció por una herida provocada por un exaltado, el 14 de abril de 1865. Mahatma Gandhi, el principal gestor de la independencia de India, murió victimado por un fanático religioso, el 30 de enero de 1948.
Para hablar de nuestro medio, nos remitimos al contenido de “Paginas de Sangre”, una obra escrita por don Moisés Alcázar, quien en sus diferentes capítulos desmenuza temas de esta índole. Es un libro que conmueve profundamente y debería ser leído, ahora más que nunca.
Las cosas malas de la política dividieron para reinar o provocaron el enfrentamiento entre hermanos, con lesiones que nunca sanaron y resquemores que no desaparecieron. Tales acciones contribuyeron a profundizar la incomprensión y la intolerancia, con grave riesgo de posponer la paz duradera.
Las víctimas de las dictaduras, por ejemplo, no pudieron superar los traumas de la persecución, el encarcelamiento y el destierro, pese que transcurrieron muchos años desde que se registraron dichos excesos y no obstante que fue restituida la democracia en la mayoría de los países latinoamericanos. Por consiguiente continúan buscando justicia y ratificando, al mismo tiempo, el repudio más enérgico a quienes conculcaron las libertades ciudadanas, por el nefasto afán de imposibilitar toda inquietud ideológica. Y ningún resarcimiento podrá aliviar las heridas que aún sangran ni motivar el olvido de tanta injusticia.
La política, perversa como siempre, inventó el “nuevo orden” para Europa, que propugnaba el exterminio de pueblos enteros y de los judíos, en particular. Asimismo los fusilamientos, los asesinatos masivos y la inhumación en zanjas, en diferentes latitudes del orbe. Aquí, y quizá desde la fundación de la República, tuvimos regiones malsanas para el confinamiento, los campos de concentración, el control político, las casas de seguridad y otras instancias.
En suma: los bolivianos debemos ser instrumentos de la transformación, obviando la política de la confrontación y asumiendo, en lo posible, aquella inquietud que permite edificar e impulsar un venidero mejor, con esfuerzo creador y productivo, con unidad e integración.
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