La contaminación en las aguas del lago Titicaca, especialmente en la parte de Copacabana y regiones aledañas es alarmante. No hay sentido alguno, ni en autoridades ni en la población, para evitar que las aguas se contaminen con todo tipo de desperdicios y hasta material de desecho de parte de la población y de hoteles. El lago es depósito de basura, excremento y todo tipo de materias orgánicas que no tienen sitio alguno para ser depositadas; no hay servicio de alcantarillado y, si lo hay, el destino final de todo lo que contiene va al lago.
Desde hace muchos años y por parte de todas las autoridades, prefectos, subprefectos, alcaldes, corregidores, etc., etc. se anunció campañas especiales en pro del pueblo de Copacabana y otros sitios en los que el turismo aflora casi todo el tiempo. El templo de la Virgen es destino obligado de turistas y creyentes tanto de Bolivia como del Perú; todos buscan alojamiento en hoteles y hostales, casas particulares y otros hospedajes; todos hacen uso de servicios higiénicos y se deshacen de basura que va al lago, en cuyas orillas se forma un barro maloliente difícil de soportar.
En las orillas del lago, a pocos metros de la región contaminada, hay varios restaurantes que casi siempre están llenos de comensales; ni los dueños ni los usuarios de esos sitios se preocupan por el aire que respiran y por el contacto que se tiene con toda la mugre que está latente en todo el pueblo de Copacabana. La Iglesia Católica, atendida un buen tiempo por la orden de los Padres Franciscanos, nunca pudo hacer algo por conseguir que el pueblo progrese, avance, se desarrolle; de tanto en tanto, algún alcalde dispuso un nuevo adoquinado de la plaza y, por casualidad, la limpieza de calles.
Copacabana es sitio turístico de importancia; pero hay que reconocer que la mayoría que visita este pueblo no siempre retorna a él por no existir condiciones ni comodidades que permitan una estancia agradable, y si a ello se añade el alto grado de contaminación, resulta ser un sitio que aleja cualquier plan turístico y nadie se explica cómo agencias de viaje organizan grupos que visiten este pueblo y las regiones aledañas.
Pescadores peruanos recurren a las aguas de la región boliviana porque las autoridades a las que pertenecen, les exigen pagos de derechos y otras gabelas; como en la parte boliviana no hay exigencia de ninguna clase, pescan en aguas del Titicaca que pertenecen a Bolivia. Ante el descuido que sufre el lago Titicaca, cabrían algunas preguntas: ¿por qué la Gobernación, las alcaldías y otras autoridades de las provincias colindantes al lago Titicaca no evitan la contaminación que causa una serie de perjuicios con inclusión de la desaparición de muchas especies de peces que contenía el lago? ¿Qué se hace con el dinero recaudado en Copacabana, Isla del Sol, de la Luna y otros sitios? ¿Con cuánto contribuye la Iglesia Católica al mantenimiento del pueblo? ¿Por qué no se descontamina, con labores de limpieza todas las orillas del lago que presentan aspectos que dan vergüenza y lastiman no sólo la visión sino la salud de las personas? ¿Y qué de los “representantes” nacionales como son los diputados, que se jactan de “hacer mucho por sus distritos”? El Gobierno debería establecer normas y condiciones muy claras y enérgicas para evitar más contaminación de las aguas y, además, con el estilo del Perú, cobrar gabelas y otros ingresos por labores de pesca en la región. Descuidar Copacabana es irresponsable y contrario al sentido religioso, sanitario y turístico.
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