Constructores de democracia

Fundamentalmente la democracia es una forma de vida, una manera de actuar tanto consigo mismo como con el otro. Con uno mismo, al poner valores que guíen la conducta en la vida; con el otro, aplicando esos valores en la vida social, respetando a la persona humana, a su dignidad, y su lucha por mantener la libertad para que todos puedan desenvolverse con base en su conciencia. Esto significa libertad de opinión y de acción, enmarcada en los límites de lo racional y las leyes. Los derechos del individuo terminan donde comienzan los del otro, en el límite de intereses personales que perjudican al prójimo; y ambos deben actuar con la verdad, la ley y la justicia.

La democracia, como todo lo humano, se construye cada día, no con discursos ni membretes que se colocan en la frente: yo soy demócrata, sino con el ejemplo, con la acción correcta que vela por el bienestar general, respetando y aplicando las leyes a todos por igual, sin torcerla para beneficiar a los amigos y perjudicar a los que no lo son, o parecen no serlo. Lo contrario es actuar no sólo con doble discurso, sino con falta de valores, lo cual habla de un ser poco desarrollado, poco humanizado.

Sabemos que la democracia como sistema político nació en Grecia. También recordamos a Aristipo, el Justo, a quien se le acercó un analfabeto cuando sus enemigos lograron que los ciudadanos votaran para saber si se lo exiliaba o se decidía que permaneciera en Atenas. El desconocido le pidió que escribiera: Aristipo, en la concha, pidiendo así el destierro de esa persona. El Justo le preguntó por el motivo de la decisión tomada. La respuesta lo dejó admirado; porque estoy cansado de oír que se le llame “el Justo”, y quiero que salga de la ciudad.

Aristipo escribió su nombre en el voto respetando la decisión del analfabeto. Ese respeto a la decisión ajena es una manera de construir democracia, no con palabras sino con actos. También Sócrates, condenado a muerte por un tribunal influenciado por sus enemigos, se sometió a la autoridad y a la ley, rechazando la fuga que sus amigos habían planificado y pagado. No lo haré porque la ley está por encima de mí; y murió, construyendo democracia con su ejemplo.

El más grande constructor de democracia fue Jesús, que a lo largo de su vida predicó el amor, la verdad y la justicia, ganándose enemigos gratuitos, que lo condenaron a muerte por crucifixión, haciendo cumplir esa decisión con otros. Ya en la cruz, a punto de expirar víctima de tan terrible tormento, perdonó a sus enemigos, y a todos los que activa o pasivamente lo habían colocado en esa trágica situación. Lo hizo de corazón, al decir “Perdónales, Padre, porque no saben lo que hacen”, siendo de esta manera coherente consigo mismo, pues había predicado el perdón, que es una manifestación del amor, aún con los enemigos. Dejándonos una enseñanza difícil de cumplir, pero que muchos de sus seguidores pudieron realizarla en sus vidas al seguir su ejemplo.

Otros constructores de democracia fueron los hombres de julio, en l809, que promovieron la integración de todos en el gobierno, tanto que indios, mestizos y criollos participaron en la Junta Tuitiva de forma mancomunada, por decisión de los mestizos líderes de la revolución.

Ya muy cerca de nosotros, Gandhi, el héroe de la resistencia pasiva, logró la independencia de la India con el amor, la paz, la concordia resistiendo a las presiones físicas y psicológicas del colonialismo británico. La misma actitud tuvo Nelson Mandela al vencer el racismo impuesto por los gobernantes de Sudáfrica, sin guardar rencor en su alma después de casi 30 años de prisión en soledad; y cuando llegó a ser Presidente de aquel país, incluyó a los blancos en su gobierno, en un gesto de antirracismo verdadero, de coherencia, que lo engrandece y lo eleva a la altura de los verdaderos líderes y héroes, a quien la historia lo ha de recordar por siempre.