Después de los graves conflictos entre el Gobierno y los médicos y pasado el agudo motín de la Policía, que pusieron en vilo a Bolivia y al régimen gobernante en el filo de la navaja, estalló el problema de los indígenas marchistas del Parque Isiboro-Sécure (TIPNIS), que hizo elevar la temperatura de la crisis social que atraviesa el país en grado incandescente.
Los problemas del Gobierno con los médicos y los policías, cada uno de los cuales duró alrededor de angustiosos 15 días, fueron solucionados sólo parcialmente y las fuerzas contendientes quedaron debilitadas y dejando, por tanto, asuntos pendientes que inevitablemente volverán a aflorar, por lo que se puede anticipar que los intentos de solución de esas crisis fueron parches que a lo más rasgaron aspectos secundarios, vale decir que todo volverá a punto cero.
Enseguida de esos enfrentamientos se presentó otro nuevo o sea la llegada a La Paz de unos dos mil indígenas del TIPNIS que, después de marchar a pie unos 600 kilómetros durante dos meses en medio de grandes dificultades climáticas y temor a ser reprimidos, fueron recibidos solidariamente por el pueblo paceño, actitud que volvió a hacer subir la temperatura política del país, mientras por otro lado se agitaban otros numerosos problemas (casos senador Pinto, Malku Khota, denuncia de la revista Veja y otros), creando una situación general poco menos que alarmante para la sociedad boliviana.
En ese proceso la cuestión de los indígenas marchistas del TIPNIS quedó en cero, ya que las fuerzas en pugna no pudieron entenderse y ambas mantuvieron sus posiciones, lo cual puede ser calificado como una escaramuza sin vencedores ni vencidos, aunque no se debe dejar de considerar que alguien llevó las de perder, lo cual permitiría obtener conclusiones que puedan ser lecciones para el futuro.
Por un lado, los indígenas abandonaron La Paz con aire de triunfo porque volvieron a sus chacos con sus banderas en alto y ofreciendo convertir su territorio en un centro inexpugnable para evitar una supuesta “consulta” y no permitir que un camino cruce sus dominios. Por otro lado, el Gobierno también se consideró ganador, pero sería una victoria a lo Pirro, o sea que una batalla más como ésta le significaría una desastre de grandes proporciones.
En forma genérica, el problema del camino que pasará por medio del Parque Isiboro-Sécure se ha agravado y ahora los indígenas están en pie de guerra, lo cual significa que se convertirá esa reserva ecológica en un campo de batalla que, más a corto que a largo plazo, traerá grandes dolores de cabeza no sólo al equipo estatal, sino a todo el país. En esa forma, sólo ha obtenido un triunfo a lo Pirro, del cual no sólo el Gobierno será la víctima, sino el pueblo boliviano, que es el único perdedor de este episodio que es resultado de la tozudez y capricho de algunas autoridades que, como se dice en el lenguaje popular, “no ven más allá de sus narices”.
En todo caso, todavía es tiempo para ver las cosas con serenidad y no sólo limitarse a echar un poco de agua fría al agua hirviente y, al mismo tiempo, meter más leña al fuego, sino eliminar las verdaderas causas del problema, a no ser que se busque hacer estallar el caldero.
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