Bogotá.- La toma de una base militar por parte de un grupo de indígenas y el derribo de un avión de la Fuerza Aérea supuestamente por las FARC en el convulso departamento del Cauca elevó ayer la temperatura del conflicto armado que vive Colombia desde hace casi 50 años.
Después de que el miércoles Juan Manuel Santos anunciara en una visita al Cauca que no desmilitarizará esa zona, una de las más violentas del país, y pese al pedido de los indígenas que viven entre el fuego de la guerrilla y el Ejército, los nativos se tomaron ayer la justicia por sus manos.
Un centenar de indígenas desalojaron a las tropas que protegían un cerro con antenas de telecomunicaciones cercano a Toribío, localidad en la que el miércoles Santos celebró un consejo de ministros para analizar la difícil situación que se vive en el suroeste de Colombia y donde fue recibido por los nativos con abucheos.
Los integrantes de la llamada Guardia Indígena desmontaron las garitas, cubrieron las trincheras y tomaron el control del lugar, confirmó a Efe el dirigente Feliciano Valencia, consejero de la Asociación de Cabildos Indígenas del Norte del Cauca (Acín).
Además, Valencia solicitó en nombre del pueblo nasa que el exjuez español Baltasar Garzón actúe de interlocutor con el Gobierno para abrir un diálogo.
“Planteamos que para la interlocución y concreción de la propuesta nos designen al juez Baltasar Garzón para preparar ese espacio de diálogo amplio y abierto”, afirmó el dirigente, en alusión al exjuez de la Audiencia Nacional de España que ha viajado en varias ocasiones al Cauca para defender los derechos de los nasa.
El dirigente también explicó que la ocupación del cerro se suma a la destrucción de las tres trincheras levantadas por la Policía en el centro urbano de Toribío, así como a sus contactos con guerrilleros de dos campamentos de las FARC situados en las montañas cercanas, a los que también pidieron su retirada.
Y es que la población civil del suroeste de Colombia, en buena parte indígena, vive entre el fuego cruzado de todos los actores armados que alimentan la guerra colombiana.
Esa situación derivó el miércoles en el supuesto derribo de un avión de la Fuerza Aérea Colombiana (FAC), que formaba parte de la flotilla que daba seguridad al presidente Santos y que llevaba a cabo operativos contraguerrilla.
El suceso acabó con la vida de los dos tripulantes: el teniente Andrés Serrano Lemus, un piloto de 29 años, y su acompañante, el técnico primero Óscar Raúl Castillo Moncaleano, de 38 años.
La aeronave, un Súper Tucano de fabricación brasileña, cayó en el área de Jambaló, al norte del Cauca, donde quedó muerto Serrano Lemus, bajo la custodia de los indígenas; mientras que el cuerpo sin vida de Castillo Moncaleano fue a parar a manos de las FARC.
DATOS
- El presidente Santos consideró “muy improbable” que la aeronave fuera derribada porque, a su juicio, la guerrilla “no tiene la capacidad para hacerlo”.
- Las FARC citaron al Comité Internacional de la Cruz Roja (CICR), en un lugar cercano a Jambaló para entregarle el cadáver de uno de los tripulantes del avión.
- “Un avión Súper Tucano fue derribado por nuestro fuego antiaéreo y muertos sus dos tripulantes”, aseguró el grupo armado de las FARC.
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