¿Por qué yo, usted, el de allá y el de más allá somos sensibles o insensibles al sufrimiento del otro? ¿Por qué no le cedo al asiento al anciano, al niño o a la señora que lleva un inmenso bulto? ¿Por qué somos tan duros en determinadas circunstancias de la vida?
Para algunos, es el sufrimiento el que nos torna insensibles, porque queremos escapar de él; para otros es la soberbia la que nos instala en la tarima de la gloria, desde donde no vemos las miserias de nuestros semejantes, de manera que nos colocamos en el olimpo de los indolentes.
En la mitología griega la indolencia estaba personificada por la pereza; su nombre era Ergia y convivía con otras deidades que representaban al sueño, la quietud, el silencio. Se le presentaba como un ser somnoliento, dormía en medio de telarañas y se mostraba contrapuesto al trabajo.
¿Qué es lo que puede llevar a ciertas personas a mostrarse tan indolentes con el resto de la humanidad como si su vida, su palabra y su opinión fuera la única con carácter válido?
La presencia de los indígenas que tras dura marcha de 62 días llegó a La Paz permitió ver las dos caras de la moneda del hombre de estas tierras. Por un lado estuvieron los caritativos, los que gustan compartir, los que se conmueven y los que miran más allá de sus propias necesidades. Por el otro estaban los que miraban con indiferencia, los que pasaban sin que se les moviera un pelo y los que se cerraron a dialogar.
Así de distintos somos los seres humanos. Unos se conmueven y otros son indolentes, unos tienden la mano y otros la empuñan, unos se conduelen y otros no.
Sin embargo, la vida nos asigna determinadas funciones en el transcurso de la vida, así es como somos padres, autoridades o ejercemos una función social; otros conforman el montón. Los primeros tienen más responsabilidad que los segundos. Así el padre tiene la obligación de escuchar y atender al hijo en sus necesidades, el gobernante se preocupa por el bienestar de sus súbditos y el mayor vela por la calidad de vida del menor.
El autor es editor general de EL DIARIO.
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