Recuerdos del presente
Mi amigo Eduardo “Duda” Texeira aludió sólo a una parte de nuestra realidad cuando escribió su “A republica da cocaína”, porque se limitó al pecado boliviano que más afecta a Brasil, su país.
Por esos mismos días, el diario “El Tribuno” de Salta aludía a otro pecado de Bolivia: los contrabandistas que, actuando como “bandeirantes” del pecado, han inundado los mercados argentinos y están matando también la industria textil de ese país.
La república pecadora tiene muchos pecados para exportar. Ahora mismo está estrenando un nuevo pecado con sus vecinos: la exportación de esclavos sexuales.
Saben los países vecinos que los autos robados en sus territorios deben ser buscados en Bolivia. Y que por Bolivia, que funciona como recicladora de vicios del mundo, pasan los automóviles de segunda mano que descarta el Asia, además de la ropa desechada en el primer mundo, que los comerciantes bolivianos venden en las ciudades de países vecinos en “ferias americanas”.
Si hubiera tocado el tema del contrabando, Duda se habría topado con el mismo personaje al que mencionó en su artículo, un ministro conocido por los bolivianos como contrabandista autorizado.
Para Brasil lo importante es frenar la corriente de droga que llega desde el Chapare boliviano, que está estimulando el pecado en cientos de favelas.
En noviembre pasado, cuando asistí en Río al Foro Iberoamérica, donde saludé por última vez a Carlos Fuentes, el gobernador nos dijo que ante la proximidad del mundial de fútbol y de las olimpiadas, Brasil no podía permitir que sigan existiendo “república independientes” dentro de su territorio, aludiendo al problema de la violencia que irradian las favelas.
Tendría que ser obligación de todo país el librarse de ese tipo de pecados, pero sobre todo uno que está en la antesala del primer mundo y de ser la quinta potencia.
Un detalle que pocos bolivianos saben es que la inteligentzia brasileña no ha perdonado todavía a Lula da Silva el haber aceptado la guirnalda de hojas de coca que Evo Morales le obsequió en su última visita al país.
Es tan fuerte la diferencia que la señora Dilma Rouseff quiere marcar con la gestión de su antecesor (y mentor) que comenzó por no invitar a Morales a su investidura como presidente de Brasil. Y optó por no aceptar una reunión privada con el presidente boliviano en la última reunión de Río-20. La señora no olvidará jamás que cuando ella era ministra de Energía de Brasil se produjo la “toma” del campo San Alberto por parte de Morales y su entonces ministro y ahora crítico Andrés Soliz Rada el 1 de mayo de 2006.
Los brasileños relacionan la coca del Chapare boliviano con la inseguridad de sus ciudades. Por eso mismo fue que José Serra, candidato opositor que se enfrentó a la señora Rouseff, llamó “a rodovía de cocaína” al proyecto de carretera por el TIPNIS, según lo reflejó Veja en su momento, en una nota firmada también por mi amigo Duda.
La república pecadora tiene pecados para exportar. Además del gas natural, que escasea, se exporta droga, que sobra. El primer caso es un gesto de desprendimiento, el segundo, de puro vicio.
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