Última delegación del Tipnis partió a defender el territorio indígena

La última mochila es puesta en la maletera de la flota por Marcial, un indígena que entre tristeza, nostalgia y alegría, sonríe mientras un ciudadano voluntario lo ayuda. Dos lágrimas corren por sus mejillas y antes de subir al bus, agita la mano a quienes vinieron a despedirlo a él y a sus compañeros.

“Viva La Paz, gracias esa gente solidaria, muchas gracias, hasta pronto”, dice emocionado.

No se celebraba una victoria futbolística, pero las bocinas de los automóviles que pasaban junto a las flotas no dejaban de sonar, sólo como una forma de decirles “hasta pronto”. No eran sus familiares, pero los ciudadanos estaban ahí para darles un abrazo de despedida, que se traducía en admiración, respeto y cariño, pero sobre todo la fortaleza que esperaban brindar a los marchistas indígenas que defienden el Tipnis en los últimos minutos de su estadía en la Sede de Gobierno.

La marcha aplaudida por los ciudadanos paceños y reprimida por efectivos policiales, que recibieron presuntamente órdenes del Gobierno, se fueron en la última delegación de 200 indígenas, quienes viajarán hasta Santa Cruz, a la sede de la Confederación de Pueblos Indígenas de Bolivia (Cidob), para apoyar al ejecutivo de esta organización, Adolfo Chávez, quien fue destituido de forma supuestamente ilegal de sus funciones por parte del Ejecutivo.

Se escuchan los petardos y comienza la ansiedad por subir a los buses y ocupar los asientos que los cobijarán en un largo viaje de aproximadamente dos días.

“Nos vamos con una gran tristeza, no de lo que haya pasado, sino porque dejamos a nuestros hermanos paceños, pero nos vamos contentos, porque pese a toda la denigración estamos con la frente en alto, porque no nos han dividido, el único perdedor en materia política es el Gobierno”, manifestó el presidente de la Subcentral del Tipnis, Fernando Vargas.

Los marchistas llamados los “defensores del Tipnis” llegaron a la ciudad de La Paz, una vez más, el 27 de junio, en una tarde igual de soleada a la del 20 de octubre, cuando también se hicieron presentes en la Sede de Gobierno para demandar el respeto de su territorio.

Una plataforma de nueve demandas, que incluye la exigencia de la vigencia de la Ley 180, que protege el Tipnis y la abrogación de la Ley 222 de Consulta, que viabilizaría la construcción de la carretera Villa Tunari-San Ignacio de Moxos.

“La carretera se va construir sí o sí”, dijo el presidente Evo Morales y estas frases motivaron a las comunidades indígenas de Tierras Bajas a movilizarse. Durante la octava marcha indígena, recibieron denuncias de desprestigio por parte de las autoridades gubernamentales y una violenta represión policial en Chaparina, cuyas repercusiones provocaron la indignación de propios y extraños, incluso a nivel internacional. Al llegar a La Paz, el Mandatario los recibió y dialogó con su principal dirigencia hasta concretar acuerdos.

Sin embargo, después de la partida de los marchistas, una nueva movilización que exigía la consolidación del proyecto caminero, llegó también a La Paz, en medio de la indiferencia paceña. Este movimiento fue acusado de tener vínculos con el partido gobernante. De la negociación con este grupo, se concretó la Ley 222.

Esto provocó una nueva movilización, denominada “Novena Marcha Indígena”, que sufrió la muerte de dos dirigentes en un accidente en Yolosa y la muerte de dos comunarios más durante su estadía en la ciudad de La Paz, una bebé recién nacida y un corregidor (Aldo Moreno), ambos por el abrupto cambio de clima.

Instalaron una vigilia de dos semanas en puertas de la Vicepresidencia del Estado, esperando dialogar con el Primer Mandatario, pero sus deseos no fueron realidad, ya que en dos ocasiones fueron reprimidos y gasificados, incluyendo a mujeres y niños. Las lágrimas de indignación de rabia, corrían por las mejillas de ciudadanos, indígenas y dirigentes, que no entendían porque no se los escuchaba.

La novena marcha, recibió sólo la indiferencia del Ejecutivo, pero ellos se marcharon con al firme determinación de defender su territorio desde sus comunidades, “con arcos y flechas, si es necesario”, dijeron.