Vinieron con mucho cartel, era lo único que tenían
Como suele suceder en todas partes, los clubes del fútbol boliviano contrataron jugadores de enorme cartel y prestigio bien ganado en las canchas de todo el mundo, pero cuando llegaron para ponerse la casaca de algún equipo nacional ya estaban entrados en años o llegaron de paseo y sin la menor intención de rendir como en sus mejores tiempos.
El caso emblemático por excelencia de lo que se afirma es el del paraguayo Rafael Bobadilla, quien llegó a La Paz en 1995, contratado por el club The Strongest con base en un apoyo brindado por el entonces presidente ejecutivo de Cervecería Boliviana Nacional, Max Fernández Rojas. Stronguista de corazón, el potentado de la cerveza no se fijó en gastos a la hora de financiar la incorporación del astro guaraní con la divisa oro y negro.
Pero, sería el mismo jugador, quien en la intimidad comentaría meses después, en referencia a los propios dirigentes del Tigre: “ellos fueron a Asunción y preguntaron por mí, me localizaron y me ofrecieron un monto de dinero determinado, yo lo acepté, pero ni siquiera me llevaron a una enfermería para saber cómo estaba y la verdad es que no jugaba hacía un año y no me había podido recuperar de una lesión en todo ese tiempo”.
Bobadilla llegó a La Paz y los pocos partidos que jugó en filas gualdinegras no fueron todo lo felices que habrían deseado los hinchas del club. Los silbidos y las protestas se multiplicaron.
El fracaso marcó aquella campaña de los aurinegros, pues ese año ni siquiera pudieron clasificarse al hexagonal final de la temporada.
Cuando el paraguayo se fue, dejó un imperecedero recuerdo para los dirigentes de aquella gestión, liderados por Hugo Prada Céspedes, una deuda de 5.000 dólares -sí, leyó bien, cinco mil dólares- en concepto de conversaciones telefónicas con el exterior.
Bobadilla había hecho grandes amigos en varios países en los que jugó, además del suyo, en el que se consagró subcampeón de América en 1989 con el Olimpia, pues fue parte de los “Millonarios” de Colombia, cuando este club era manejado por los cárteles de la droga y sus dirigentes se llevaban a las estrellas a puñados, el San Lorenzo de Almagro y el Unión de Santa Fe argentino y algunos equipos más.
Y era lógico, a todos debía presentar sus saludos… Pero, para maldición de maldiciones, Bobadilla no había llegado solo.
Los atigrados contrataron con el vuelto por la operación a dos compatriotas del volante ofensivo; Avelino Vega (en la fotografía a la derecha del enganche) y Julián Coronel, dos delanteros, aunque el último es homónimo del tercer arquero olimpista que en 1990 ganó todo lo que se propuso.
Uno de ellos, Vega, tenía un defecto congénito; había nacido sin los dedos del pie izquierdo, aunque jugaba por el extremo en la cancha, y nadie lo advirtió hasta que se cambiaba para cumplir su primer entrenamiento y tenía todos los documentos firmados. Ya era tarde, no había caso de despedirlo.
En todo caso, los dos cumplieron discreta y dignamente el papel de “partenaires” de su consagrado paisano y se fueron, uno a Perú y otro a Chile para seguir sus carreras en las divisiones de ascenso, eso sí con el antecedente de haber sido parte de uno de los “grandes” del fútbol boliviano y sin dejar facturas millonarias.
En todo caso, un viejo refrán dice que no hay bien que por mal no venga y ante la carencia de un enganche experimentado, el entonces técnico de The Strongest, Juan Carlos Carotti, confió esa responsabilidad a dos juveniles, uno de quienes se consagró con el paso del tiempo en el balompié nacional: Percy Colque, que de ser delantero, pasó a ser volante lateral izquierdo y de allí a lucir “la 10” del Tigre, función en la que alternaba con un beniano de excelentes condiciones técnicas: Gerardo Pereira.
Colque se consagró en el fútbol nacional, logró una transferencia al exterior y fue convocado en muchas ocasiones a la selección.
DATOS Y APUNTES
JOSIMAR
Josimar Higinio Pereira llegó a la Copa Mundial de México 86 como un desconocido y salió como una estrella. Era lateral derecho del Botafogo y en la cita ecuménica azteca anotó un gol con un extraordinario remate contra el arco de Polonia. Había nacido el 19 de septiembre de 1961 y, entre 1990 y 1991 militó en el Sevilla español, en el que dio positivo por consumo de cocaína. Cumplida su sanción, fue contratado por Wilstermann, en el que no llegó a completar cinco partidos. Fue de paseo a Cochabamba.
KENIG
Alejandro Martín Kenig fue contratado por el club Bolívar en 1994. Jugó poco, pues en aquellos años, Bolívar tenía hasta tres jugadores de primerísimo nivel por cada puesto. Llegó, en silencio, procedente del Barcelona de Guayaquil y se marchó al Maccabi de Tel Aviv, Israel, tan discretamente como había llegado. En realidad, nunca se sintió cómodo en filas de la Academia y luego de acumular pocos minutos en el conjunto celeste, optó por marcharse.
AGUIRRE
Diego Aguirre, de nacionalidad uruguaya, fue contratado por el club Bolívar en 1992, junto con sus compatriotas Gustavo Dalto y Julio de Souza. En aquellos años, los celestes tenían un equipo muy compacto y poblado de estrellas. Aguirre llegó con el antecedente de haber anotado en 1987, el gol que consagró a Peñarol como campeón de la Copa Libertadores a dos segundos del final del desempate con el América de Cali. Pero Aguirre no encontró espacio en el cuadro paceño.
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