Cuando se trata de encarar problemas de salud pública, lo menos que se toma en cuenta es el medio ambiente; en otras palabras, la vida entre la polución que emana de automotores, fábricas, quemazón de basurales, desechos de plásticos, ríos con gran contenido de basura, botellas y material difícilmente destructible en años. Nos referimos a los ambientes que crean los hospitales, clínicas, mataderos y sitios en los que hay necesidad de anular desechos biológicos y otros, hasta sobrantes de medicamentos y productos que se utiliza en curaciones y que, por dejadez y abandono, se los deja expuestos al aire con serio peligro de convertirse en contaminantes.
Los sistemas educativos, tanto en escuelas como colegios y centros universitarios dejan mucho que desear porque, en primera instancia, no se educa ni a niños ni jóvenes en cuestiones ambientales, en aspectos que impliquen cuidado de la salud y donde forzosamente deben intervenir agentes químicos y materiales de toda naturaleza. ¿Cuánto cuidado hay en los hogares para evitar que los niños utilicen alcoholes, tabacos y hasta medicamentos (tan sólo para probarlos)? ¿Cuántos niños se ven contaminados por descuidos de los padres que dejan en una especie de exposición todo lo que puede hacer daño a sus hijos? ¿Cuántos, por el abandono en que quedan porque sus padres deben trabajar, están expuestos a disponer a discreción de muchos productos sobrantes en comedores, cocinas, refrigeradores y otros sitios? ¿Cuántos niños son víctimas de su propia inocencia y curiosidad?
Los lagos y ríos del país están expuestos a todo tipo de contaminación. Para ejemplo, baste ver el caso del lago Titicaca que recibe desechos de toda clase porque las construcciones no poseen sistemas de alcantarillado. ¿En qué quedan ríos y bosques donde se fabrica la pasta base y la cocaína que contiene muchos precursores? ¿Quién recoge desechos abandonados en bosques, caminos, calles, plazas y avenidas del país? Hay ausencia total de medios para evitar la contaminación ambiental y ello ocurre hasta con represas y sitios de almacenaje de aguas que si bien son tratadas, están expuestas a contaminación de desechos animales que circundan las regiones aledañas. ¿Y cuánto hay que reclamar por los chaqueos y la deforestación de bosques, valles y altiplano?
Muchas veces se ha informado sobre la “instalación de recicladoras de basura”; pero ni alcaldías ni prefecturas ni organización gubernamental alguna se han preocupado por preparar reglas y condiciones para su funcionamiento y menos ha licitado los posibles trabajos e instalaciones. ¿Hasta qué punto será posible el reemplazo de gasolina por gas que es menos contaminante si existe el peligro de disminuir la producción de este energético tan necesario e importante?
La educación y las campañas de prevención deberían ocupar buen tiempo de las autoridades de ambos sectores; no entender la urgencia de evitar la contaminación es conducir al país a serios peligros que agraven muchas enfermedades que se encuentran latentes. Hay urgencia de preparar programas educativos no sólo en escuelas sino que los padres de familia tomen conciencia de problema tan crucial; de otro modo, la niñez, la juventud, las personas mayores conjuntamente los ancianos, quedarán expuestos a agravar muchos males que, por tratamientos a los que sean sometidos, resultarán con simples paliativos. El Gobierno, especialmente los encargados de salud pública, deberían encarar este problema con mucha premura, honestidad y sentido de servicio al bien común.
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