Aida T. de San Martín
Pocas fechas regocijan tanto el espíritu, como la que hoy celebramos. Por eso rendimos este homenaje de respeto y admiración a la noble ciudad de La Paz, que conmemora la gesta heroica del 16 de Julio de 1809.
Han transcurrido 203 años desde que don Pedro Domingo Murillo y los valerosos protomártires escribieron aquella página de gloria, dando a los pueblos de América la luz brillante de la libertad, constituyéndose de esta manera en la expresión más objetiva de los ideales revolucionarios, sustentados por los gestores de Charcas. Fue el resultado del largo y sacrificado proceso de rebeldía contra la tiranía cruel, por el deseo de verse libres después de más de tres siglos de dominio español.
Triunfante la revolución, las campanas tocaron a rebato convocando al pueblo y salvas de artillería estremecieron el cielo paceño. La multitud aclamó a Murillo por ser representante del coraje paceño y se redactó la famosa proclama de la Junta Tuitiva, documento pleno de grandeza y de verdad, que en sus partes salientes decía: “Compatriotas: Hasta aquí hemos tolerado una especie de destierro, en el seno mismo de nuestra patria, hemos visto con indiferencia por más de tres siglos sometida nuestra primitiva libertad al despotismo y tiranía de un usurpador injusto que degradándonos de la especie humana nos ha registrado como salvajes, como esclavos, hemos guardado silencio bastante parecido a la estupidez, etc., etc.”.
Esta proclama es la expresión de un espíritu rebelde ante injusticias y arbitrariedades, de la lucha sacrificada de Murillo y los patriotas que lo acompañaron. El orgullo herido se levantó altivo y fuerte, la raza gritaba justicia, junto a los valerosos protomártires Sagárnaga, Jaén, Jiménez, Lanza, Catacora, Graneros, etc., quienes consumaron aquella página de gloria.
Pero después Murillo, hombre de ley, inteligente y audaz, fue apresado y sentenciado a morir en la horca. El patriota al subir al cadalso, digno y altivo dijo: “La tea que dejo encendida, nadie la podrá apagar”. Con ese gesto postrero dio un mensaje que perdura a través del tiempo. La sangre del héroe paceño será la eterna condena a las fuerzas opresoras, pasando a la inmortalidad de los grandes héroes y vencedores. Su ejemplo será el faro que ilumine su sueño de patria y justicia a través de los siglos.
La Paz en esta fecha recibe pleitesía de la bolivianidad por ser cosmopolita y por ser la casa grande que recibe con cariño a todos los que quieren cobijarse en ella. Es tierra de artistas, poetas, escritores y paladines que han bordado con valor, amor y sacrificio los más finos laureles para orlar la enseña sacrosanta de la Patria.
La Paz, ínclita ciudad andina, incrustada en Los Andes, está circundada por sus gigantescas montañas con nieves eternas, donde los cóndores custodian lindos valles, bajo la mirada del majestuoso Illimani, mudo testigo de heroicos acontecimientos.
El gran pueblo de Murillo se mantiene con dignidad de pie, enarbolando los pendones libertarios de Murillo, irradiando el espíritu combativo de sus hijos, aunque sus legítimos derechos y anhelos no son comprendidos ni atendidos con justicia por los gobernantes de turno.
La Paz, flor maravillosa de Los Andes, mantiene sobre sus cimientos la unidad nacional. En la ciudad, en los barrios de Miraflores, Obrajes, Irpavi, Sopocachi y sus innumerables villas todavía se escucha suaves serenatas, contrastando con el ímpetu de su progreso, sus construcciones modernas, presentando un panorama nocturno maravilloso.
Para finalizar, recordemos siempre que La Paz por su valor u nobleza es y será cuna de la libertad y tumba de tiranos.
Círculo Cultural Femenino “Alto Obrajes”.
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