Waldo Oblitas Fernández
Quienes observamos el acontecer histórico político de nuestra amada Bolivia en los últimos años y especialmente desde que se encumbró en el poder el líder cocalero Evo Morales, que fuera víctima de los regímenes neoliberales, que gobernaron para grupos y elites de poder, pensamos, como decía en sus discursos electoralistas, que gobernaría para todos los bolivianos, sin odio ni soberbia ni persecución, respetando la independencia de los poderes públicos, la libertad plena de prensa y de pensamiento y, sobre todo, respetando el voto ciudadano, cumpliendo la ley. Lo más importante de su gobierno sería lograr la unidad nacional, porque juntos podíamos vencer a cualquier adversario, especialmente al hambre y la miseria.
Lamentablemente, encuartelado en el Palacio Quemado y siguiendo directrices de sus mentores Fidel Castro de Cuba y Hugo Chávez de Venezuela, con nefasto asesoramiento político de su entorno, olvidó su oferta y aplicó lo contrario, constituyéndose en una de las administraciones políticas que más ha perseguido a sus adversarios políticos y a todo aquel que piense distinto, muchos de ellos nombrados a través del voto ciudadano.
La recomendación de sus mentores citados, expertos en la aplicación de la metodología maquiavelista (divide y reinarás), y de bolivianos desplazados que se venden por un plato de lentejas, como menciona el texto bíblico, ha sido aplicada a cabalidad por el Presidente, que cambió su ropaje de cordero por el de lobo y comenzó a apoderarse de los poderes públicos. Conseguido este propósito, aplicó duros golpes a sus adversarios, entre ellos a nuestros respetables medios de comunicación. Pero no obstante haber utilizado su más diabólica maquinaria para acallar a la prensa, no pudo ante el poder moral y de lucha de este invalorable gremio, único antemural de defensa de la libertad y la democracia, porque a las otras organizaciones logró enmudecerlas.
En la tarea de copamiento total del poder público y ciudadano, con el aval de un Poder Judicial nombrado, sumiso y obediente, hecho su medida (porque el anterior fue defenestrado ignominiosamente con inventados procesos políticos), tumbó a los gobernadores Leopoldo Fernández de Pando y José Luis Paredes de La Paz, después a Mario Cossío de Tarija, Manfred Reyes de Cochabamba, Ernesto Suárez del Beni y por lo menos a una veintena de alcaldes urbanos y provinciales. Hoy pretende utilizar su guillotina nada menos que contra el gobernador de Santa Cruz, Rubén Costas, que sólo cometió el “delito” de cumplir un mandato ciudadano, el de convocar a su pueblo, “el soberano”, para que a través de un legítimo referéndum decida su autodeterminación.
Hoy estamos observando azorados cómo esta administración, con mucha soberbia, enemiga del diálogo, ni siquiera respeta a la clase social a la que pertenece el Presidente, a nuestros respetables y heroicos hermanos originarios del TIPNIS, que infructuosamente han marchado por más de dos meses, para pedir respeto a su madre tierra (convertida ahora en su madrastra), por un legítimo derecho consagrado en la propia Constitución Política del Estado, manchada de sangre.
Pero los marchistas han sido masacrados, primero en Chaparina y hace poco en la ciudad de La Paz, sin importar la situación de sufridos niños, ancianos, embarazadas, por falta de agradecimiento, porque estos sufridos hermanos eran el sustento electoral del Gobierno. Siguiendo la línea del aniquilamiento político, ni siquiera el Presidente los ha recibido y, lo que es peor, utilizando la maniobra maquiavélica de comprar conciencias de dirigentes dóciles y judaicos se ha conseguido la división del sector, para formar una organización paralela y acabar con sus legítimos dirigentes y descabezarlos.
Pero con esta represión sistemática el único perdedor es el Gobierno, que hoy tiene como adversarios a aquellos que encumbraron al Presidente, que está utilizando un terrorismo de Estado o, como alguien dijo, “un estado de terror”, sin tomar en cuenta que no se es “impunemente poderoso”, como sentenciaba el gran Franz Tamayo. Pero “no hay mal que dure cien años”, dice la célebre cueca “La Caraqueña”, del maestro Nilo Soruco, escrita en el exilio, precisamente en Venezuela.
Por ello hemos titulado esta nota “de golpe en golpe, de tumbo en tumbo”, que refleja la forma de gobernar contra lege y el pópulos.
Tanto golpear el cántaro se rompe y si caminamos de tumbo en tumbo, pronto caerá al precipicio. Dios salve a Bolivia.
El autor de esta nota es periodista y abogado.
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