Bolivia, en 187 años de vida republicana y no obstante que está sentada sobre un “sillón de oro”, no ha podido potenciar a sus Fuerzas Armadas, institución tutelar, para defenderse en caso de una eventual agresión externa, tomando en cuenta que cierto país vecino mantiene sus fronteras minadas, por una actitud de intimidación sin precedentes en la historia de Latinoamérica.
Bolivia quizá tuvo la entidad castrense más admirable, por el elevado número de sus efectivos debidamente pertrechados, en tiempos de la Confederación, lo que despertó la suspicacia de algunas naciones que nos circundan, quienes, en ese marco, promovieron la caída de su mentor, que posteriormente murió en el ostracismo, en 1865.
Nuestros dignatarios de Estado, con excepción de algunos, en vez de dar prioridad, en dictadura o democracia, al tema de seguridad nacional, se abocaron a satisfacer sus intereses personales, sectarios o partidarios. Hubo enorme negligencia al respecto.
Tuvimos gobernantes que no dieron importancia al equipamiento de nuestras Fuerzas Armadas, ni se dignaron escuchar consejos sobre el particular. Omnipotentes y autoritarios, temidos hasta por sus propios colaboradores, manejaron alegremente, en su mayoría, la nave del Estado, sin la menor intención de renovar el material obsoleto de las unidades militares, acantonadas en diferentes puntos del territorio que abarca altiplano, valle y trópico. Tal actitud no honra a los que nos precedieron, ni enorgullece a las generaciones del presente.
Por consiguiente Bolivia debe prepararse no sólo adquiriendo armamento sino reavivando el sentimiento patriótico de la población citadina o rural, de oriente u occidente. Todos los que nacieron marcados por el rojo, amarillo y verde deben contribuir a crear condiciones objetivas y subjetivas para la unidad nacional, posponiendo resquemores de tipo regionalista, racista o de clase social.
Bolivia, entre otras cosas, debe preparar a su juventud, trabajadora y estudiosa, a hombres y mujeres, no sólo para el manejo de armas sino para unir esfuerzos, voluntades y decisiones, a fin que en el momento dado, ellos asuman la iniciativa y la responsabilidad de defender, con coraje y espíritu patriótico, la integridad territorial, pase lo que pase. Que el boliviano sea servicial a la Patria como soldado, enfermero, comunicador social, chofer, agente de inteligencia, etc., que cumpla con su deber desde cualquier puesto, concurriendo al llamado de la Patria en momentos de adversidad.
En suma: Bolivia debe potenciar, lo más antes posible, a sus Fuerzas Armadas y preparar, paralelamente, a sus recursos humanos, para cualquier emergencia de carácter internacional, pero con unidad nacional. ¡La unión hace la fuerza!, es un dicho muy conocido.
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