En este bello pero desventurado país que nació en 1825 como República Bolívar y después le cambiaron por el de Bolivia y que ahora, en el Siglo XXI (como a un hijo adoptivo), le cambiaron nuevamente de nombre por Estado no sé qué, vemos tantos sucesos tristes que a momentos dan ganas de llorar con amargura e impotencia.
Casi diariamente vemos que en nuestra sociedad se imponen innumerables actitudes que (hay que decirlo), son muestra del rencor, el odio y un absurdo revanchismo; todo matizado con la tan mentada discriminación (antes de unos, ahora de otros). Y todas esas rivalidades están cargadas de odio en absurdas confrontaciones verbales y de hecho entre políticos oficialistas versus opositores; “originarios” (dizque) contra “k’aras” (dizque también); y teóricos “zurdos” contra todos los que no piensan (?) como ellos.
Insultos, amenazas, ultimatums, mentiras, acusaciones sin pruebas, trampas, sofismas (falsos razonamientos) y desprestigio hacia personas, instituciones e ideologías son el pan de cada día.
Ese odio, esa hiel y esa amargura se vierten en manifestaciones callejeras, reunión de políticos y otros sitios. Y todo ello es transmitido al público en emisoras y noticieros de TV, especialmente en el canal estatal, donde precisamente por esa condición, debería ser el ejemplo de imparcialidad periodística, mensajero de paz y amistad… y de unión entre todos los bolivianos.
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Los ciudadanos pacíficos que no se alimentan del odio, la envidia y el rencor nos preguntamos: ¿para qué tanto odio? ¿por qué tanta violencia verbal?, ¿los bolivianos no podemos vivir pacíficamente para justificar siquiera en parte el lema que lleva el escudo paceño: “Los discordes en concordia, en paz y amor se juntaron para perpetua memoria”?
ACTOS REPROCHABLES
Hemos mencionado sólo una parte de las actitudes de hoy, impregnadas de odio. Hay más:
-Violentas represiones a grupos opositores que intentan ingresar a la plaza Murillo; y vía libre para los adictos al oficialismo (notorio trato desigual).
-Insistente búsqueda de los famosos “tres pies al gato” a alcaldes y otras autoridades no afines al Gobierno, ejemplo: proceso por “la compra de camiones usados y de segunda mano”; o “por comprar coches muy, pero muy nuevos” (?).
-En la actividad minera: “originarios” enfrentando a cooperativistas; y entre ambos, en guerra contra una empresa privada canadiense. Los policías, alejados por temor a ser atacados con dinamita.
-Insultos, agresiones físicas y “cercos” para lograr aplicación de leyes (original).
-Amenazas públicas para “acabar con los k´aras” (¿racismo?).
-Desprecio (público también) hacia la denominada “clase media”.
-Ataques y desprestigio permanente hacia profesionales abogados no oficialistas y médicos en huelga. Éstos últimos con varios años de estudio y costosas especializaciones en otros países.
-Reporteros gráficos, camarógrafos y comunicadores sociales (periodistas) nunca olvidarán las ofensas verbales y golpes recibidos en su actividad de trabajo informativo por parte de grupos de “movimientos sociales”.
MARCHISTAS DEL TIPNIS
-Los sencillos y valerosos habitantes del TIPNIS transmitirán a futuras generaciones las duras represiones policiales y los impedimentos a su paso (alambrados), en su penoso recorrido a pie por centenares de kilómetros soportando fuerte sol, lluvia, granizadas, hambre, sed e intenso frío; todo por defender su suelo.
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A los impulsores de esos ataques verbales y de hecho, habría que recordarles el contenido de dos frases. Una, de la vieja canción con letra del poeta peruano Rafael Otero: “…piensa bien que en el fondo de la fosa, usaremos la misma vestidura”; y esta otra del Génesis de la Biblia, en boca de Jehová: “…polvo eres y en polvo te convertirás”.
Entonces… tanto odio ¿para qué?
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