EDUCACIÓN
El hogar es el lugar adecuado donde empieza la educación de nuestros hijos, es su primera escuela, porque desde el momento en que nace, utiliza sus sentidos con mucha sabiduría. Desde que sale del útero materno, es muy sensible al tacto, para que lo acaricien. Su olfato es tan fino que identifica el olor de su madre y tiene un claro sentido del gusto.
Los padres son los primeros maestros que impartirán las primeras lecciones y van a guiar su camino toda la vida. Entre las lecciones más importantes y por prioridades que se debe enseñar al niño o niña está la obediencia a los padres. No olvidemos el mandato divino: “Honrarás a tu padre y a tu madre, para que te vaya bien”.
La palabra mágica para enseñar la obediencia a nuestros hijos será: “Por favor”. No vale la pena el regaño, el temor, la amenaza y menos recurrir a los golpes, sobre todo si nuestros hijos están en una tierna edad. Brindémosles amor y recibiremos amor. Luego es necesario enseñarles el respeto, empezando por los miembros de la familia, luego los familiares más cercanos, vecinos, compañeros de escuela y maestros.
También es muy importante enseñarles el saludo, que por respeto debemos dar a todas las personas. No sembrar la semilla del descontento, ni crear preferencias ni antipatías, porque los niños lo aprenden todo. Para evitar los clásicos berrinches de los niños en las calles es mejor fortalecer el dominio propio. Enseñarles que todo tiene su tiempo, llegará el momento de comer, jugar, realizar las tareas, etc. Ellos aprenderán a tener paciencia.
Hay que evitar las malas influencias externas, como los programas de televisión con contenido violento, amistades que fomentan los malos hábitos, la desobediencia y la falta de respeto.
El hogar se constituye en el lugar apropiado, silencioso y gradual para el ejercicio del bien o el mal. El hogar debe ser el centro del ejercicio de la verdad y la justicia.
Si no se instruye correctamente a los niños, entonces el medio circundante se encargará de educarlos con instrumentos inadecuados. J.J. Rousseau, decía: “El hombre nace bueno, la sociedad lo corrompe”. Sobre los padres recae la obligación de prestar toda la atención para dar instrucciones en el desarrollo físico, con salidas al campo, práctica de algún deporte mental, con sanas lecturas, tareas y ejercicios o problemas de razonamiento y, por último, no descuidar el aspecto espiritual, la meditación, las reflexiones, comparar por ejemplo el hambre que se vive en África con nuestro hogar.
Debe ser objeto de todo padre y madre asegurar que su hijo o hija tenga un carácter bien equilibrado y simétrico. Para los padres es como realizar una obra escultural no de pequeña magnitud sino una obra de arte, que requiere ferviente meditación, dedicación, oración, esfuerzo, paciencia y perseverancia. Echando un fundamento correcto, levantando un armazón de enorme fortaleza, donde, día tras día, la obra se edifica, pule y perfecciona.
Los padres no debemos olvidar que el hogar es una escuela, en la cual nuestros hijos han de ser preparados para los avatares de la vida, donde encontrarán muchos éxitos y fracasos. No debemos negarles el mínimo tiempo que nuestros hijos nos exigen que les dediquemos desde sus primeros años. No permitamos que en ningún momento muestren su enojo. Es bueno enseñarles siempre a ser bondadosos, pacientes, optimistas, propositivos y considerados con los otros.
El hogar debería ser una escuela preparatoria, donde los niños y jóvenes se capaciten para hacer que las tareas en la escuela, el colegio y la universidad sean ligeras.
La educación que se imparte en el hogar no debe considerarse como un asunto de segunda importancia. Ocupa el primer lugar en toda verdadera educación. Los padres y las madres han recibido una gran responsabilidad de moldear las mentes de sus hijos.
En el marco de la Ley Avelino Siñani y Elizardo Pérez en su Artículo 21, indica que la educación en familia comunitaria se orienta a la conservación de la salud del infante, a través de una buena nutrición y la estimulación temprana para su desarrollo sensorio motriz, afectivo, espiritual, cognitivo pertinente a su cultura, principalmente, a través del amor materno, paterno y familiar.
Esta forma de educación es de responsabilidad compartida entre la familia, la comunidad y el Estado, mediante el desarrollo las capacidades cognitivas, lingüísticas, psicomotrices, socioafectivas, espirituales y artísticas que favorezcan a las actitudes de autonomía, cooperación y toma de decisiones en el proceso de construcción del pensamiento del niño o niña, a través de la consolidación de las funciones simbólicas y la estructuración progresiva de las diversas operaciones lógico matemáticas, etc.
Es alarmante el aforismo que dice: Árbol que crece torcido, su tronco nunca endereza”. Por tanto debe aplicarse a la formación de nuestros hijos, desde sus años más tiernos. Estos árboles tiernos han de formarse con cariño, a fin de que, en el futuro formen hogares sólidos. También las enseñanzas deben estar relacionadas con todos los acontecimientos de la vida cotidiana tanto en el hogar como dentro la sociedad.
Utilizando figuras y símbolos como recursos didácticos, las lecciones serán mejor ilustradas y grabadas así en la memoria a largo plazo. Por medio de ese conjunto de imágenes animadas, el niño y niña descubrirá los misterios de la sabiduría, las ciencias las artes y el saber. En el continuo aprendizaje también es necesario que nuestros hijos aprendan los deberes de la casa, algunas manualidades o la profesión u oficio de los padres.
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