[Armando Mariaca]

Libertad, base de los tres poderes del Estado


Los tiempos de convulsión y graves diferencias políticas, sociales y económicas muestran que para la mayoría de quienes tienen poder no cuentan determinados elementos de vida de los pueblos y sus instituciones; muchas veces, a nivel de posiciones totalitarias que casi siempre son soberbias se cree que los derechos promulgados a favor de los hombres son ejercicios que sólo deben ser practicados por el poder y no beneficios que por igual deben favorecer a todos.

Los tres poderes del Estado, especialmente en los países totalitarios que alardean de ejercer la democracia, son ejercicios en base a la voluntad omnímoda de quien es cabeza o líder de grupos que detentan y no ejercen legalmente el poder emergente del voto por la voluntad libre y soberana del pueblo. Hay regímenes, por constitucionales que sean, que viven absorbidos por la creencia de ser poseedores de todo medio de dominio y de las decisiones unilaterales que pudiesen adoptar, porque piensan erróneamente, que quien está a la cabeza de un país toma a la Constitución y las leyes como una carta blanca libre de frenos y condiciones para manejar la nación.

Lo grave es que quienes actúan de modo tan arbitrario, consideran que su conducta es en uso de la libertad que otorgan las leyes, olvidando que lo que hacen es simplemente libertinaje porque el ejercicio de la libertad es cumplir y respetar hasta las mínimas condiciones que establecen la Constitución Política, las leyes y hasta una sana moral y sentimientos de amor y solidaridad.

El principio republicano se lo ejerce sobre la base de la existencia de tres poderes: Legislativo, Judicial y Ejecutivo; cada uno es libre e independiente de los otros; en ningún caso puede haber interferencias o dominio de uno sobre el otro porque cada uno tiene funciones específicas, claras y legales para el ejercicio de las funciones que tiene asignadas. Lamentablemente, muchas veces se cree que el Poder Ejecutivo es poseedor de todos los poderes y que es “única autoridad suprema y absoluta” para exigir el cumplimiento de lo que piensa, cree, siente y ordena y que todo ello debe ser sagrado para que los otros poderes -Legislativo y Judicial- sean simples oidores y cumplidores de lo que disponga “la máxima autoridad ejecutiva” que tendría el ejercicio absoluto de los poderes puesto que, en su soberbia y petulancia, cree ser el único instrumento o engranaje de todo lo que debe ser la administración del Estado.

Triste papel el que desempeñan quienes detentan poderes absolutos y, por supuesto, mucho más los que son efecto de golpes de Estado (felizmente ya ausentes del país) y apoderamiento de las riendas del régimen. Es más censurable la conducta de los que abusan del poder conferido siendo gobierno legal, legítimo y constitucional. Estas situaciones obligan a recordar que la Libertad es base o fundamento del ejercicio de cualquiera de los tres Poderes del Estado; lo contrario implica libertinaje, por ser ejercicio arbitrario y manoseo perjudicial del país y su democracia que se dice sostener y defender.

Bien se puede asegurar que la base del poder, del honesto y responsable poder, es la libertad y ésta es causa y razón de ser del hombre; por ello es que los derechos humanos y su respeto y acatamiento pleno por parte de quienes tienen poder, y también de los que no tienen ninguno, es básico para la convivencia de la sociedad. Sin un absoluto ejercicio de la libertad no puede reconocerse poder alguno, aunque las leyes lo hayan investido para ser lo que es. Quienes aducen, aún ejerciendo dictadura, que los pueblos gozan de libertades cuando las tienen restringidas, complotan contra sí mismos y no dan lugar a que a la dejación de lo que ejercen momentánea y circunstancialmente, ellos querrían gozar de la libertad para expresarse y desenvolverse con los derechos y libertad que, en su momento, habían negado a otros. Todo esto vale o cuenta con la práctica del principio: “el derecho de uno termina donde empiezan los derechos de los demás”.

Ninguno de los tres poderes del Estado puede sentirse independiente o libre si se supedita a otro de los poderes; menos puede considerar que sus actos son moralmente aceptables porque el ejercicio legal de la autoridad no puede ser parte de la presión o la influencia de otro poder, ya que entre los tres poderes sólo es correcta, justa y necesaria la coordinación para que los resultados sean favorables a los principios de equidad, ecuanimidad y justicia.

Así, entender la amplitud de la libertad -con las limitaciones que pueden crear los intereses del bien común- y su ejercicio con independencia por parte de cada institución investida de poder, muestra los caminos donde el diálogo, la concertación, la concordia y los acuerdos que contengan y cumplan las regulaciones que el propio derecho permite, pero sin ejercitar presión alguna sobre lo que no tiene libertad. Sólo así se puede concebir que ser libre es ser conciencialmente limpio y carente de presiones o situaciones ajenas al buen ejercicio de conductas en pro del bien común. Un país es libre mientras los tres poderes se respeten entre sí y respeten las libertades del pueblo porque la libertad es plena cuando se la ejerce y cumple con responsabilidad; de otro modo, es libertinaje.

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