Execrable trato a la mujer

La prensa publica con frecuencia artículos sobre la discriminación, el abuso y el trato primitivo que se impone a la mujer. Causa horror leer que mujeres congoleñas deban cargar 50 kilos o más en una distancia de 20 kilómetros por una retribución de uno o dos dólares. Es que el Congo es el peor lugar para preservar la naturaleza de la mujer, sin considerar que las milicias utilizan la violación como mecanismo estable para destruir comunidades. No se considera la exquisita sensibilidad y el aporte decisivo de la mujer al mundo, como el ser más importante de la creación, por lo que no deberían persistir estas condiciones.

En Irán la mujeres solteras tienen algún grado de aceptación para transacciones inmobiliarias, sector aún renuente a alquilar inmuebles a mujeres, así sean universitarias con posibilidades económicas ciertas; en este caso mostrar la argolla de casada es la solución del problema, aunque sea prestada. Obtenemos como conclusión que persiste la primacía del hombre, y por la involución del desarrollo mental no se considera a la mujer como al hombre, independiente de sus derechos y las obligaciones que contraiga, con la suficiente capacidad de generar recursos regularmente y con solvencia creadora.

En China las mujeres son excluidas del crédito inmobiliario porque, según esa sociedad, tienen escasa influencia económica y la discriminación campea. Y la brecha salarial entre mujeres y hombres deja a aquéllas, que son más productivas, creadoras y con ínfimo ausentismo laboral, fuera del patrimonio inmobiliario.

Peor aún es la actitud de la mayoría de los padres en China, que priorizan la ayuda un pariente hombre para que adquiera un departamento o una casa y se case, antes que hacer lo mismo por sus hijas. Esto no es infrecuente, está enraizado en una sociedad eminentemente patriarcal, por lo cual el patrimonio inmobiliario se canaliza sólo hacia el hombre. Pero el mundo desconoce que gran parte del patrimonio de los hombres es financiado por los ahorros de las mujeres, obtenidos con gran esfuerzo. ¡Continúa el machismo y la vanidad de vanidades en los hombres!

En Juárez, México, reaparece la guadaña de la muerte en las mujeres, con una cifra de 36 víctimas (adolescentes incluidas) en las últimas semanas, registrando un crecimiento de muertes de mujeres, sin control ni investigación. Es asombrosa la cantidad de mujeres asesinadas por las bandas del narcotráfico y, peor, por maridos celosos.

Los motivos son auténticamente machistas: violencia doméstica, agresión sexual y robo por pandillas. A esto se debe añadir otra macabra motivación: el robo de órganos, y ahora las víctimas son las propias mexicanas que retornan a su país utilizando Juárez como ingreso desde EEUU.

Esta locura ignara, como la calificaría Erasmo de Rotterdam, confirma que la lucha por la igualdad plena de derechos de la mujer está en movimiento imparable, en vigencia y sólo se puede extinguir con la convicción del hombre de que un mundo no puede cambiar ni puede reinar la paz global sin la igualdad. El hombre defenestra día a día su humanidad si no reacciona ante el ímpetu legítimo de la mujer.

Acompañarla en el surgimiento de una nueva mentalidad libre de diferencias, sería la única e inteligente actitud y el final establecimiento de una competencia igualitaria que difiere sólo en la educación cultural, formación profesional y aptitudes para un exitoso desempeño. ¿Hay modestia mayor de la mujer que igualar a toda la humanidad y reconocer el mismo mérito que quien la considera?

Es evidente que este enunciado disipa la alegría intrínseca del verdadero cambio y entusiasmo del mundo que cree con sinceridad, mentalmente y con acciones, que las mujeres y hombres pugnan por su realización personal y colectiva en estrictas condiciones de igualdad. Los pueblos nobles coinciden en dar solución a esta injusticia, cuya característica es la inderogabilidad de la igualdad de la mujer y su inicio fue el cambio de mentalidad del hombre y el cese de las tradiciones, de las sociedades anacrónicas que viven en la molicie para preservar la primacía del hombre: una antítesis a la doctrina de Cristo o del amor. Ahora el sentimiento de amor hacia la mujer es tan válido como aquél.

En esta causa de la igualdad de la mujer, el hombre se ha vuelto necio por causa de su sabiduría y frente a ello tiene a Dios, imbuyéndole que no se vanaglorie de su saber, porque mientras no existan en el mundo dos sexos en igualdad plena de derechos y oportunidades, ese saber no existe.

El autor es abogado corporativo, postgrado en Arbitraje y Conciliación.