De los aplausos a la barbarie

Magnicidio en Plaza Murillo



El busto al mártir, en Plaza Murillo, al lado del farol donde quedó expuesto su flagelado cuerpo.

“No soy enemigo de los ricos, pero soy más amigo de los pobres”, eran las palabras que daban inicio a un nuevo proceso político en Bolivia. Sin quererlo, el mayor Gualberto Villarroel a sus 35 años era electo por la Junta Militar como presidente de la República, tras el golpe de 1943 que terminaría trágicamente el 21 de julio de 1946.

Según el escritor Floren Sanabria, en su libro “El crimen político en Bolivia”, Villarroel fue electo presidente porque el acuerdo previo entre Radepa y el MNR establecía que un militar debía llevar las riendas del Estado y porque el electo era notoriamente superior, intelectualmente, al grupo castrense.

Las obras de Villarroel, sin embargo, fueron opacadas por la oposición minero - feudal sumándose los fusilamientos de tinte político que fueron dejando acorralado al presidente. El MNR poco a poco fue abandonando el barco, hasta que en 1944 se produjo en Chuspipata el fusilamiento de dirigentes que eran catalogados como instigadores. Carlos Mesa relata en su libro de Historia de Bolivia que “el impacto de la brutalidad fue muy fuerte sobre todo en sectores de clase alta y media de las ciudades. Fue el comienzo del fin del gobierno de Gualberto Villarroel”.

El 13 de junio se dio la primera señal del epílogo para Villaroel. Un intento de golpe promovido por la rosca minera fue superado, pero la crisis era terminal con la salida del MNR. El mandatario había pedido no disparar ni un tiro más y la gente envalentonada acudió hacia el centro político del país el 21 de julio de 1946 para terminar con la vida del militar – popular.

Sanabria relata que el presidente quedó solo en Palacio de Gobierno, contemplando la turba que llegaba de las calles paralelas a Plaza Murillo. Al mediodía, Villarroel cometía su último error, renunciaba al mando y quedaba en total indefensión ante el aglomerado gentío, más aún tras rechazar la compañía de tres mayores de Ejército que cumplían funciones en el Ejecutivo. “Al pueblo de Bolivia, con el deseo de contribuir a la tranquilidad del país, hago dejación del cargo de Presidente Constitucional de la República en la persona del señor Comandante en jefe de las Fuerzas Armadas de la Nación”, decía la nota.

La violencia se desató con la toma de la Policía Municipal y Tránsito, luego se produjo la carnicería acribillando a Max Toledo de Radepa en la calle Colombia, arrastrándolo agonizante a la plaza de San Pedro. El capitán Ronald Monje pedía responder en defensa propia a los ataques de la gente al Palacio, pero Villarroel también se negó. La turba ingresó y atacó al general Maximiliano Ortiz, el capitán Héctor Baldivieso y el teniente Omar Hoyos.

Al entrar en el despacho presidencial, Luis Uría de la Oliva era asesinado y luego Villarroel caía con un tiro en la cabeza, pero no contentos la multitud agarró su cuerpo y lo lanzaron hacia la calle Ayacucho para luego arrastrarlo hacia las luminarias de Plaza Murillo donde fue colgado para exposición pública. El edecán Waldo Ballivián y el civil Roberto Hinojosa completaron la luctuosa jornada.

 
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