Si algún gobierno ha tenido dinero a manos llenas, para botar, ése ha sido el actual. Nunca, que recordemos, hubo otro al que le entraran divisas como si se tratara de una plaga de langostas. Los altos precios de nuestras materias primas – seguimos sin agregarles valor – han llenado las bóvedas del Banco Central a niveles jamás vistos. A lo que sí le hemos agregado valor ha sido a la coquita, que, ahora convertida en cocaína cristalizada, blanca y pura, reparte ganancias por todas partes, al extremo de haberse convertido en parte insustituible de nuestra economía. El narco-Estado del que se habla en el exterior, no es, en modo alguno, una calumnia a la ligera.
Aparejado con la bonanza económica se campea la nulidad administrativa. Así como no ha existido gobierno más rico que el del MAS, tampoco ha pasado por el Palacio Quemado un conjunto de ciudadanos más ineptos. La inutilidad convertida en falta de gestión – seguramente producto de la ignorancia – es la característica de este Estado Plurinacional y será su sello determinante, la impronta que lo caracterizará con el tiempo. S.E. no convence a nadie diciendo que trabaja 18 horas diarias y mucho menos convencen sus ministros que repiten lo mismo que él. Porque si trabajan 18 horas y los resultados son tan magros, mejor sería que no trabajaran.
Se sabe que la abundancia y la ignorancia son el campo más fértil para la corrupción. Y a propósito de corruptela los fundadores del Estado Plurinacional han resultado imbatibles. Se llenan la boca con la palabra “transparencia” pero en el lugar donde se posa un dedo, salta el pus. En este gobierno todo es apariencia. Todo es propaganda. Apariencia de pobreza, apariencia de trabajo, apariencia de inmaculada honradez. La maravillosa tecnología de los medios televisivos hace que donde no hay gobierno, donde no existe gestión, la propaganda se encargue de gobernar. Quien gobierna Bolivia es el encargado de hacer la propaganda televisiva del Estado. Ése sí sabe cómo sería un gobierno ideal y esa idea de buena gestión la plasma en la pantalla y asunto concluido. El país permanece estancado en la realidad, pero progresa ante los ojos sorprendidos de la gente.
Sólo con el anuncio de S.E. de “regalar” un teleférico a la ciudad de La Paz en su día cívico, parece que el teleférico ya estuviera funcionando. Claro que sólo está, a todo color, en la televisión y en los periódicos. Pero yo, por ejemplo, estoy convencido de que ya he utilizado el teleférico y que subí y bajé varias veces a El Alto. He visto, desde las alturas, la ciudad iluminada en la noche; la he visto brillante al amanecer; he visto el teleférico desde la Plaza Murillo, desde Sopocachi, desde Obrajes. Sin embargo aquel ingenio fantástico será realidad dentro de varios años, cuando S.E. esté empeñado en modificar la Constitución para que lo habilite camino a su cuarta gestión seguramente.
La cantidad de obras de infraestructura, los miles de kilómetros de carreteras, las urbanizaciones a bajo costo, todo existe en el papel de los decretos supremos. A la hora de contabilizar los trabajos resulta que están en ejecución. Todo está en ejecución en Bolivia. Hay plata para el satélite chino, para el avión presidencial, para la adquisición de armamento y seguramente que para el teleférico. Y hay cash porque las exportaciones nacionales, los altos precios de los “commodities”, han permitido que se acumulen reservas, aun cuando el gobierno no dice a cuánto asciende la deuda pública de la nación, que es casi tan grande como su ahorro.
Hay despilfarro, hay incapacidad y ciertamente existe la mayor corrupción que gobierno anterior hubiera podido exhibir. En ninguna gestión pasada – incluyendo las dictaduras – hubo más narcotráfico que ahora, pero con ventaja. Tampoco hubo gobierno donde los altos funcionarios públicos atraquen al Estado con mayor descaro. Lo de YPFB es algo tan escandaloso que ya no se puede calificar. En cada farra de un alto empleado, fuera de destrozar un vehículo que es un bien público, aparece la punta de la madeja de algo que huele mal. A tal extremo llega la corruptela que los masistas no van a querer dejar el poder y lo van a defender a bala aunque sea, para que no los encierren a todos en la cárcel cuando los fiscales sean otros.
Sólo un botón como muestra para ver las diferencias en el despilfarro y la pillería. El actual avión presidencial, el Falcon adquirido sin licitación y dicen que de segunda mano, tuvo un costo de 38.7 millones de dólares cash, como se cobra a los ricos. ¿Se entabló una investigación por un presumible sobreprecio? ¿Alguien ha vuelto a mencionar el tema? Nadie. Pues bien, eso nos recuerda que en 1998 el gobierno de entonces adquirió una nave Beechcraft para la Presidencia en la suma de 2.9 millones de dólares – casi 15 veces menor – y el escándalo fue infinito. Se denunció el sobreprecio de un millón de dólares. Ahora nos preguntamos: ¿por qué bolsillos habrá ido a rodar y a cuánto ascendería la comisión del Falcon? Sólo Dios sabe.
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