Boca le puso el semáforo rojo en la final
Faltaba el paso decisivo, la cereza sobre la torta, el último toque. Pero el sueño de ser campeón sudamericano quedó ahí. Un 17 de diciembre de 2004, el país futbolero se vistió de celeste. Aquel día Bolívar jugo en el estadio de La Bombonera el partido más importante de su historia. Boca Juniors quebró en la puerta del horno el apetito celeste.
Aquella noche pareció rubricarse el sueño de Mario Mercado. “Un día voy a jugar en Tokio la Copa Intercontinental”, les decía a sus allegados. La posta de la esperanza llegó hasta las manos de Mauro Cuéllar, en tiempos en que este dirigente tenía clara la idea sobre el trabajo colectivo y los ideales de su institución.
Ganó el local 2-0 y Bolívar, que se quedó con el título de subcampeón de la Sudamericana vendió cara la derrota. No pudo coronar en Buenos Aires una excepcional campaña. El mejor equipo boliviano de los últimos tiempos aguantó hasta donde pudo y murió de pie, esperando hasta el último segundo, creyendo en su fútbol, respirando dignidad.
Boca Juniors aprovechó bien su media hora para anotar el 2-0 con el que concluyó el partido, obligando a la Academia a salir de su búnker para cambiar el curso de la historia del cotejo, pero el marcador quedó inalterable y a la Academia no le sirvió la victoria de ida por 1-0 lograda una semana antes en el coloso de Miraflores ante 45 mil delirantes espectadores.
Los celestes sintieron en la revancha la presión de la barra local, el peso del compromiso asumido ante un país. Y en 27 minutos de juego, el equipo argentino se dio un baño de tranquilidad con los goles anotados por Martín Palermo y Carlos Tevez en jugadas colectivas, que echaron por tierra el juego ordenado del equipo boliviano.
En la historia de la Academia quedarán grabados los nombres de los protagonistas de aquella jornada: Mauro Machado; Óscar Sánchez, Julio César Ferreira, Marco Sandy; Daner Pachi, Rubén Tufiño, Ronald García (Pedro Guiberguis), Gonzalo Galindo (Percy Colque); Limberg Gutiérrez; Roger Suárez, Horacio Chiorazzo y el del director técnico Vladimir Soria.
Para llegar a esta instancia, el equipo celeste había dejado en el camino a Aurora, Universidad de Concepción y Liga Deportiva de Quito. Tenía un equipo parejo que apelaba a la marca en todos los sectores, los remates de media distancia y la salida por los laterales. “Da gusto ver jugar a este Bolívar, tan ordenadito, tan prolijo en el trato al balón”, decía el comentarista de la cadena televisiva Fox Sports.
Si este equipo de 2004 fue el mejor Bolívar de todos los tiempos, o hubo otros mejor trabajados pero con menores lauros, ésa es la tarea de los críticos. Si hay que seguir con Herodoto, que la historia la cuenten los vencedores, entonces habrá que dar crédito a Vladimir Soria y sus dirigidos, porque llegaron hasta el último escalón.
Queda en la memoria de los académicos, el ambiente con sabor a gloria de aquellas jornadas, en especial el partido disputado en el Hernando Siles, el aroma de fútbol contagiante que bajaba al campo de juego desde una tribuna totalmente colmada. El apoyo del aficionado y la explosión de júbilo tras el remate de Horacio Chiorazzo.
Es cierto que Bolívar tuvo a lo largo de su historia a jugadores de gran jerarquía y bastará remontarse al plantel de 1976 al 78 en el que Carlos Aragonés, Édgar Góngora, Adolfo Flores o Viviano Lugo podían ir al banco. La Academia fue vitrina de los talentos bolivianos durante muchos años, y aunque en menor proporción formó un buen equipo para 2004, es indudable que para este año formó un plantel compacto, utilitario, si vale el término, y muy rendidor, aunque no puede decirse lo mismo en el plano económico, porque de aquella gesta parece que quedó poco de beneficio para la casa celeste, que hoy sufre las consecuencias de una severa crisis.
Portada de HOY |
1 Dólar: | 6.96 Bs. |
1 Euro: | 8.34 Bs. |
1 UFV: | 1.76725 Bs. |