Año tras año, ante los informes de la UNICEF, encontramos que aumentan las muertes de niños y adolescentes. La verdad es que, conforme a los avances de la civilización y, se entiende, mejores condiciones de vida que deberían primar en el mundo y en nuestro país especialmente, las cifras muestran cuadros alarmantes y que laceran el alma.
Vemos a niños desprotegidos, no sólo por falta de amor de sus progenitores sino carentes de vivienda, de abrigo, de condiciones aceptables de salud, con graves estados de desnutrición y en peligro de contraer todo tipo de enfermedades. Esta es la realidad de la mayoría de los países del Tercer Mundo y, por supuesto, con mayor incidencia en los países extremadamente pobres, como son los llamados del Cuarto Mundo, donde hay madres que sólo esperan la muerte de sus hijos recién nacidos para que se vean libres del hambre, las enfermedades y las pésimas condiciones de vida.
¿Cuánto hemos avanzado en los últimos seis años para combatir el abandono, la dejadez por parte de muchos padres que ignoran la vida de sus hijos? ¿Cuántos nuevos albergues para menores han sido construidos? ¿A cuántos niños se atendió en hospitales y otros centros de salud? ¿Cuántos son los niños que han muerto tan sólo por falta de atención médica? ¿Qué presupuestos especiales ha dispuesto el Gobierno, teniendo conocimiento de los graves resultados de vida y muerte de niños, que anualmente publica UNICEF?
Hay muchas preguntas que merecerían respuesta y que, lamentablemente, las ignoran las autoridades que deberían velar por la salud de la comunidad nacional y, en grado máximo, atender a la niñez que precisa de mucha atención, consideración, respeto y cuidado para que reciba, a la vez, buena educación. Lamentablemente, hay lenidad, descuido, abandono, dejadez y nomeimportismo con el caso de los niños que, cuando llegan a cierta edad (de 7 a 10 años) buscan el sustento diario y, en algunos casos, tratan de trabajar para ayudar a sus madres que también están dedicadas a labores que no debería corresponderles, pero que, ante el abandono de sus parejas, se ven obligadas a buscar el sustento diario.
Vivimos tiempos en los que nuestras autoridades hacen ostentación de gastos dispendiosos: aviones para las Fuerzas Armadas, avión de lujo para el Presidente, armas y vituallas de todo tipo, encargo de un satélite y ostentación en vehículos de lujo para ministros y funcionarios del régimen. No faltan los casos en los que se realizan viajes con numerosas comitivas y que importan excesivos gastos que el TGN tiene que cubrir; pero cada vez hay más indiferencia sobre los sistemas de salud y educación.
El Presupuesto Nacional anual presenta cifras, pero nadie informa sobre los procesos de gastos, especialmente en el campo de la salud, aunque, por los resultados, se ve que son escasos, de otro modo se notaría avances en mejorar los sistemas de atención a los niños y, como consecuencia, en su educación. Hay contento en las autoridades con la creación de algunos bonos que son dispuestos muchas veces por los padres para bagatelas.
No hay políticas de salud y educación; pero cada año se incrementan las partidas para Ministerio de Defensa y Ministerio de Interior; sólo los altos mandos de la Policía están muy bien atendidos y ni qué decir de oficiales de las Fuerzas Armadas que tienen hasta ingresos extraordinarios por los servicios que prestan. Sería bueno que el Gobierno disponga el recorte de esos presupuestos siquiera en un 50% y lo destine a programas de salud y educación como forma efectiva de atender a la niñez y la juventud que necesitan salir del desamparo en que se encuentran.
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