La maquina económica permite las cosas forzadas sólo hasta cierto punto. Lo que pone en pánico a los argentinos es la desaceleración del crecimiento económico y el control de cambios instaurado en abril. Retorna el fantasma monetario y corretean detrás del Dólar. Este mundo maldito del dinero no deja dormir a lo argentinos y amenaza la economía real. Ya estaban olvidando ese 18 de diciembre de 2001 en el que todas las ollas salieron a las calles e hicieron retumbar Buenos Aires. Esta imagen dio la vuelta al mundo y mostraba cómo una economía considerada, la más fuerte de América Latina se derrumbaba en horas. La crisis de la maquina económica se expresa también en la política. En pocos días argentina cambiaba de presidentes; se había decretado el default sobre su deuda pública exterior y se puso fin a la paridad fija entre el peso y el dólar, sin antes devaluar fuertemente. Los bancos habían cerrado sus puertas y un corralito se impuso. Un año después la mitad de la población vivía al límite de la pobreza, casi un cuarto se encontraba sin empleo y los financistas gritan que el país se muere.
Pero la maquina económica capitalista no se desintegra. Algunos años después las tasas de crecimiento compiten con las de Asia. El desempleo y la pobreza se reducen más rápido que en Brasil. Y Argentina es un ejemplo para el mundo financiero y para el FMI; algunos viendo la crisis Griega decían: “La Grecia debía inspirarse de la Argentina”.
Pero otra vez el foco rojo se alumbra. Una caída del crecimiento a 3% para este año contra el 8% de 20011 y la instauración en abril de un control de cambio han reactivado los viejos comportamientos dictados por el miedo de una nueva crisis. Lo más evidente de este miedo es que todos ahora corren detrás del dólar; todos buscan el “billete azul » (dólar paralelo) para diferenciar del «billete verde», el dólar oficial. En las casas de cambio clandestinas se da sin discusión seis pesos por un dólar. Es decir pagan un 1/3 más caro que la tasa oficial. Incluso aparecieron los vendedores ambulantes de dólares los llamados los arbolitos. El mundo monetario es muy sensible y allí se expresa la confianza de los agentes hacia un régimen. ¿Entonces la desconfianza crece en la población?
Carlos Quenan de Natixis recuerda que en 2001, era el pánico, «en esa época la argentina se pone fuera de los mercados financieros internacionales. Había entrado en un default sobre su deuda externa y sabe que no podrá financiarse más emitiendo sobre los mercados internacionales”. No le quedaba más que una solución: relanzar su economía gracias a una fuerte devaluación del peso. Esta política asegura un dopaje a las exportaciones, en el momento mismo en que los precios de los productos agrícolas aumentan. El excedente comercial está al centro del “milagro argentino”. Los ingresos de la exportación inflan las reservas en dólares en el Banco Central. Los dólares sirven para financiar las importaciones.
Pero en 2009 el saldo comercial muestra una reducción violenta. ¿Cual las causas? La crisis mundial, pero también la crisis energética importante y una competitividad del sector industrial local muy débil para contrabalancear el alza continúo de las importaciones. Resultado, el país está frente a una gran dificultad: una caída de su excedente comercial producto del alza de las importaciones. Lo peor es que las grandes empresas locales con capitales extranjeros exportan sus beneficios en lugar de reinvertirlos. Para luchar contra esta fuga el gobierno instala un arsenal proteccionista.
Las empresas que quieren importar deben justificar exportaciones del mismo monto o una inversión equivalente. Una política que convence muy poco. Más de 1/3 de las importaciones está constituida de bienes intermedios indispensables a la producción local. Aparece el círculo vicioso. Considerado proteger la economía, el control de importaciones no hace más que debilitar la maquina económica. Otros factores que perturban la maquina económica son la imposición de tasas a la exportación de soya que va hasta 35%, la economía sufre también del mal de la inflación. Según Pierre Salama: “Los precios aumentan de 20% y no 8 o 9% por año como afirma el gobierno. Esta alza de precios no hace más que aplastar la competitividad del país y por consecuencia el crecimiento económico. En esta crisis rampante los argentinos imaginan lo peor: una fuerte devaluación del peso. Con la certeza de ver dispararse los precios de algunos bienes. En esta economía todavía dolarizada no queda más que una solución para los agentes económicos: premunirse contra una eventual perdida del valor de sus ahorros depositado en dólares. Para evitar esta práctica el gobierno argentino en abril ha re-establecido un control de cambios. Pero por esta misma razón los argentinos imaginan lo peor y por eso se lanzan detrás del dólar así tengan que pagar precios muy altos.
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