El intelectual y político florentino Nicolás Maquiavelo (1469-1527) que en vida no ha debido ostentar títulos rimbombantes como “doctor”, “licenciado” o “masterado”, nunca debió imaginar que cinco siglos después de escribir su célebre libro titulado “El Príncipe”, muchas de sus ideas y sugerencias (casi todas), sobre la manera de llevar adelante un Gobierno, tendrían vigencia en lejanas tierras americanas y concretamente en un país ubicado en el centro de un continente y bendecido por el Creador del universo con una hermosa geografía, variadísimo clima y superabundancia de ricos y valiosísimos recursos naturales como gas, petróleo, metales preciosos, madera, etc.; pero… solamente eso.
En cuanto a otras bondades como las espirituales y las intelectuales de sus ocasionales conductores (políticos de diferentes tendencias ideológicas generalmente), ya sería (o es) motivo de otros análisis.
Maquiavelo en “El Príncipe”, texto escrito en 1513, si bien no aconseja clara y textualmente, sugiere en sus páginas lo siguiente:
- Todos los hechos realizados con premeditada astucia sirven y son útiles para lograr los fines que se persigue (“el fin justifica los medios”).
- Para gobernar ¿es mejor ser amado o temido? El político renacentista recomienda lo segundo.
- Es muy bueno cumplir con las promesas públicas, pero es mejor y más conveniente (para el que gobierna) mentir y engañar con gran astucia.
- En cuanto a la legalidad y a la imposición por medio de la fuerza para hacer cumplir sus disposiciones, Maquiavelo es claro: induce a utilizar la fuerza (bruta).
- Y así, en páginas y más páginas, el autor italiano muestra su verdadera identidad cuando afirma que hay que actuar sigilosamente contra la fe de los hombres y, por supuesto, la religión misma. Y conste que en esa época el catolicismo tenía una fortísima y decisiva influencia en todos los aspectos de la vida pública, al extremo de condenar a la muerte en la hoguera a los no creyentes y a sus detractores, como el monje Savonarola, para dar un solo ejemplo.
- Entre otras de sus muchas recomendaciones “valiosas” para los políticos, figura aquella de lograr con mucha habilidad: confusión, enconos, peleas internas y divergencias entre los grupos rivales (“dividir para reinar”).
- Y finalmente, para cerrar con broche de oro (si vale el término), Nicolás Maquiavelo sorprende con la insólita sugerencia en sentido de que el político gobernante debe disimular todas esas innobles intenciones ocultas, mostrándose públicamente como un hombre fiel a su palabra, humilde, veraz, confiable, benevolente, místico y hasta profundamente religioso (¡!). Dicho en palabras más claras: fingir modestia.
500 AÑOS DESPUÉS
¿Qué hemos visto y vemos ahora en nuestro ambiente político? Todo lo que “recomendaba” y aconsejaba el señor Nicolás Maquiavelo hace aproximadamente 500 años:
- Los políticos prometen y en la mayoría de las veces no cumplen.
- Dicen y hasta pregonan reiterada y públicamente una cosa, pero hacen otra diferente.
- Los problemas son postergados hábilmente para después llegar otra vez al inicio del litigio.
- Se intimida a los opositores (con procesos judiciales, “cercos”, encarcelamientos, agresiones verbales y físicas, etc.).
- Y cuando los casos dolosos son de autoría de sus simpatizantes o adherentes, todo queda “en proceso de investigación”, el que casi generalmente nunca culmina.
…
Juzgue el lector y analice todo lo comentado líneas arriba.
Y para terminar esta nota, permítasenos decir: “Oh, señor Maquiavelo, mientras exista la política en este mundo, sus terribles consejos tienen y tendrán vigencia permanente por los siglos de los siglos” (amén).
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