Países productores de alimentos se han visto favorecidos recientemente por el alza de los precios de los productos agrícolas en porcentajes superiores al 50 por ciento. Ese incremento de los precios se origina en una sequía que afecta los campos agrícolas de Estados Unidos, cuyas granjas abastecen no sólo a su país sino también sirven para exportación a todo el mundo.
Sin embargo, pese a esos factores favorables, Bolivia no podrá gozar de las ventajas que ofrece la oportunidad porque carece de productos para exportación (excepto coca y soya), debido a que en vez de que la producción de alimentos registre índices de crecimiento, esos indicadores están en bajada e inclusive continuarán con esa tendencia negativa por mucho tiempo.
De haber existido la posibilidad de hacer exportaciones de maíz, trigo, café y otros, nuestro país habría podido obtener grandes ganancias y mejorado su agricultura. Pero como no se presentan esas condiciones, nuestra economía agropecuaria no recibirá algún beneficio. No sólo nuestro país no se favorecerá con esa oportunidad de oro, sino que también enfrentará dificultades, porque la gran cantidad de alimentos que importa subirá de precio, lo cual afectará directamente a los consumidores.
Es conocido que en la actualidad el Gobierno está importando alrededor de mil millones de dólares en alimentos, como nunca antes había sucedido. De ese total, el Gobierno importó el año pasado cerca de 600 millones de dólares, firmas particulares importaron por otros 200 y por el contrabando ingresan al país otros por 200 millones de dólares, lo cual totaliza la crecida suma de mil millones de dólares. Por esos datos se confirma que Bolivia ya no tiene la seguridad alimentaria que tanto se pregona y que, en cambio, su situación en cuanto al abastecimiento de alimentos es cada vez más precaria.
Si Bolivia estuviera produciendo suficiente cantidad de alimentos para su abastecimiento interno y pudiese, al mismo tiempo, tener las condiciones para exportar, los beneficios para nuestra agricultura serían considerables. Pero como nuestros agricultores (en especial de la región interandina) se encuentran frenados en el cultivo de la tierra, no podrán obtener las ganancias que les brinda la oportunidad.
Además de que ahora Bolivia no podrá beneficiarse con el alza de los precios de los productos agrícolas (en la misma forma que ocurre con los minerales), tampoco podrá hacerlo en el futuro porque están en vigencia todas las condiciones necesarias para que la agricultura siga cuesta abajo y, finalmente, este sector de la economía se desplome en su totalidad, obligando al país a convertirse en importador de productos para la alimentación de la población que, por lo demás, sufre desnutrición por la baja calidad de los artículos importados.
En fechas recientes, medios gubernativos han estado predicando a tambor batiente que el país ya cuenta con la seguridad alimentaria antes prometida. Sin embargo, esa información si no es falsa es por lo menos errónea, ya que los hechos demuestran lo contrario. Por otro lado, también predican que pronto se cultivará grandes campos, empero toda esa campaña propagandística está destinada a caer en saco roto, ya que se mantienen invariables las viejas condiciones económicas de la actividad agrícola, en particular la vigencia de una Constitución y una legislación agraria neofeudales.
En síntesis, si no se resuelve el problema agrario, en particular en lo que se refiere a la tierra (en especial en la región occidental) será imposible que crezca la producción agrícola y, por tanto, la oportunidad de beneficiarse con los altos precios del mercado internacional no se la podrá aprovechar.
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