OPINIÓN
Le clavaron el puñal por la espalda, dijeron que se había aprovechado de un favor del Comité Olímpico Internacional para viajar a los Juegos Olímpicos de Londres y destilaron frente al micrófono la bronca de impotencia.
Carmen Pozo, periodista con más de dos décadas en el oficio y que alterna esta profesión dictando clases de inglés en un prestigioso establecimiento, gusta del deporte olímpico, se desentendió del fútbol y priorizó la cobertura de lo que en el medio se llama deporte menor.
Asistir a unos Juegos Olímpicos es para ella y otros periodistas una especie de meta, un objetivo a cumplir cada cuatro años, para ello acudió a sus progenitores, quienes le consiguieron los pasajes; con los ahorros de estos cuatro años se procuró el alojamiento, recurrió a El Diario para pagar parte de sus viáticos y sólo recibió del Comité Olímpico la inscripción, porque no hay otra vía. En otras palabras, viajó con lo justo y puede decir con equilibrio que es la única periodista de un medio escrito boliviano que está en Londres.
Ahora que está lejos del país le pegaron duro y por la espalda. Arrebatar la honra y la reputación es para determinadas personas lo único valido que se tiene en el mundo, es probable que quien vilipendie no conozca la dimensión de estos valores, porque no ha tenido acceso a una mejor educación o simplemente considere que estos valores son pura bagatela.
Sólo de pasada cito dos incisos del artículo 11 de la Convención Interamericana sobre Derechos Humanos que dispone: 1. Toda persona tiene derecho al respeto de su honra y al reconocimiento de su dignidad. 2. Nadie puede ser objeto de injerencias arbitrarias o abusivas en su vida privada, en la de su familia, en su domicilio o en su correspondencia, ni de ataques ilegales a su honra o reputación.
Quien ha vertido juicios a priori y se ha dado a la tarea de menoscabar la tarea de los otros, tiene ahora la obligación moral no sólo de rectificar y pedir disculpas, sino ante todo tendrá que cumplir con la nada fácil tarea del propósito de enmienda, porque de nada sirve corregir el presente si se corre el riesgo de seguir hiriendo en el futuro.
Una de las primeras normas en comunicación es la de comprobar los hechos y ante la duda es mejor abstenerse antes de emitir cualquier opinión; también se sugiere no hacer juicios temerarios, más en los casos donde está en juego el prestigio de las personas.
El daño está hecho y pueden hacerse decenas de rectificaciones. Se ha sembrado una duda en la opinión pública y el esfuerzo personal de alguien que quiere superarse ha sido puesto en tela de juicio.
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