Japón ejecutó ayer a dos reos condenados a muerte en Tokio y Osaka (centro), poco más de cuatro meses después de aplicar la pena máxima a otros tres condenados en medio de las críticas de las organizaciones humanitarias.
Los dos ejecutados son Junya Hatori, de 40 años, y Kyozo Matsumoto, de 31, quienes fueron condenados a la pena máxima por sendos asesinatos perpetrados en 2002 y 2007, respectivamente, confirmó a Efe una portavoz de Amnistía Internacional.
Japón, que junto con EEUU es el único país industrializado y democrático que aún aplica la pena de muerte, ejecuta en la horca a los condenados, en el mayor de los secretos, sin aviso previo a los reos y sin testigos.
Las ejecuciones, que tuvieron lugar a primera hora del día, son las segundas de este año después de que el pasado 29 de marzo se aplicó la pena de muerte a otros tres reos en Tokio, Hiroshima y Fukuoka (suroeste).
Junya Hatori había sido condenado a muerte por el secuestro, violación y asesinato de una mujer en enero de 2002, mientras que Kyozo Matsumura recibió la pena máxima por asesinar en enero de 2007 a su tía, a la que robó cerca de 20.000 yenes (unos 209 euros).
Amnistía Internacional (AI) condenó las ejecuciones y mostró su “profunda preocupación” por el hecho de que este año se haya aplicado esta controvertida pena en dos ocasiones, lo que supone un jarro de agua fría frente al paréntesis de 2011, año en que no tuvo lugar ejecución alguna.
La organización humanitaria criticó la “falta de discusión y transparencia” que en Japón rodea a esta medida y lamentó que el nuevo ministro de Justicia, Makoto Taki, nombrado a principios de junio, haya respaldado estas ejecuciones.
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