[Floren Sanabria]

De la Patria el alto nombre que no estamos honrando


La celebración del aniversario patrio debe ser, en ocasiones, motivo de reflexión antes que de simple regocijo. De nada sirven desfiles, danzas folklóricas, verbenas y parada militar. Por eso, séanos dado preguntar, esta vez, si estamos correspondiendo, siquiera en parte, al sacrificio y heroísmo de nuestros antepasados, quienes con lucha cruenta y prolongada nos legaron esta Patria hasta ahora desorganizada, atrasada, víctima de la desunión, las ambiciones, el neopopulismo autoritario, agitada por caóticos desórdenes y amenazada por peligrosos estertores.

Somos, sin merecerlo, los herederos legítimos de aquellas grandes figuras como Simón Bolívar y Antonio José de Sucre, que por la inmensa tarea de formar la nueva República merecen los cívicos altares donde les rendimos culto y veneración, aunque sólo en contadas ocasiones.

Los hombres de la independencia tuvieron que cumplir en los primeros años de la fundación, cuando recién habían dejado de resonar los últimos disparos de la batalla de Tumusla, la misión ya bastante dura de interpretar, mediante esquemas intelectuales plausibles, el destino que se les había asignado por el desmoronamiento del viejo imperio. Su labor se vio muchas veces trabada por la intromisión de elemento ambicioso y el menos capaz, que no pensaba en los altos intereses de la naciente nación sino en los suyos propios.

La faena de organizar Bolivia no fue fácil, por eso se la cumplió defectuosamente. Las ambiciones dominaban a muchos hombres que se consideraban los elegidos, sin comprender que en esta tarea patriótica, el empeño de todos o por lo menos de los más capacitados era indispensable. Por eso esta tierra, que nunca contó plenamente con el concurso desinteresado de sus propios hijos, creció lentamente, se organizó mal, fue víctima constante de la incomprensión y de la ambición desmedida de políticos incapaces, osados y arribistas.

La política fue y sigue siendo el grande mal de este país. Por otro lado, esa política, que en el orden de las relaciones internas puede asumir el más brutal realismo, se reducía y se reduce a gratuitas postulaciones doctrinales, sin efectivo contacto con la realidad y sus exigencias. Es decir que se limita a posturas “ortodoxas” ajenas a todo compromiso y al mismo interés nacional, las cuales vistas con ojos complacientes revelan sólo demagogia e intereses subalternos en juego, sustituyendo la retórica con la astucia y la acción política con el desorden.

Ni el liberalismo usurpador de tierras comunitarias ni el marxismo leninista fosilizado -no método sino dogma-, pasando por un nacionalismo poco sincero y hoy un socialismo del Siglo XXI que no convence al pueblo boliviano, profundamente católico, no favorecen a la democracia ni al progreso de esta tierra víctima de la imposición y el autoritarismo.

Llegamos así al año 2012, observando que algo se avanzó a partir del medio siglo, aunque lo que resta por hacer es mucho más, sin que existan probabilidades de lograrlo porque las deudas interna y externa, la crisis económica, la inexistencia de políticas de Estado nos preocupan muy poco, por tanto no nos permitirán accionar con rapidez el aparato productor que es básico.

Si este país que ya no es república ni nación, únicamente Estado plurinacional, cumplidos sus 187 años, continúa siendo víctima de los políticos providenciales, los advenedizos, es todavía tiempo para dar un golpe de timón a la nave estatal con nuevo capital humano, nueva gente profesional preparada, que vea la manera de lograr progreso efectivo y grandeza cierta por medio de eficiencia, honradez y desinterés.

Entonces recién quizás se podrá hacer algo, lo que no pudieron hacer los improvisados por su pereza mental, o los intelectuales de alguna valía, ansiosos sólo por tener comodidad moral y aquellos otros áulicos que no puedene asesorar al primer mandatario con veracidad y objetividad, no con falacias de la situación actual del país, que no avanza ni progresa, aunque un genuflexionista dice que después de Bolívar, Morales Aima es el mejor presidente de Bolivia.

Politiquería, viveza criolla, audacia, oportunismo, improvisación, incapacidad de muchos mandatarios y legisladores obsecuentes han hecho que esta Patria, desde las guerras del Pacífico, del Acre y del Chaco, perdiera una enorme porción de su patrimonio territorial y que seamos un país dependiente. Esa es la crisis de civismo que nos anula y posterga; esa es la falta de bolivianismo que da resultados negativos, esa la desgracia de la Patria, que es nuestra propia desgracia.

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