Desde la fundación de la República los bolivianos no hemos podido asumir una actitud de unidad a favor de los supremos intereses nacionales. Colores políticos, tendencias ideológicas y obstinaciones personales sembraron de suspicacias en todo el territorio patrio, confundiendo o distanciando a unos y otros, a citadinos y rurales, a orientales y occidentales. Al extremo que fueron alentadas en el pasado corrientes separatistas, que obstaculizaron las pretensiones nacionales de alcanzar días mejores.
Pensamos que ha llegado el tiempo no sólo de postular, de boca para afuera, unidad, sino de convivir verdaderamente con ella, a fin de evitar la desunión por la que fuerzas externas explotaron nuestros recursos mineralógicos, hidrocarburíferos y otros.
Reiteramos que sólo la unidad nos liberará del sometimiento que nos impusieron quienes creyeron ser dueños de nuestro destino o nos alejará de bravucones que pretendieron involucrarnos en afanes políticos nefastos.
La unidad nos hará libres y fuertes, para encarar la construcción de una sociedad con equidad e igualdad, en el marco de los sueños de quienes nos precedieron. En consecuencia debemos alentar un proyecto de unidad nacional al servicio de la ciudadanía que exige justicia social.
La unidad nos dará poder inclusive para hablar en igualdad de condiciones con el país agresor de 1879. Y nos movilizará para resguardar, ante toda amenaza externa, la soberanía nacional, como homenaje a quienes fundaron la República y nos legaron el mandato de “no destruir la obra de su creación”. Entonces nadie podrá amedrentarnos, menos invadirnos como en las épocas de la prehistoria, porque nuestro patriotismo jamás lo permitirá.
Gobernados y gobernantes deben tomar muy en cuenta la necesidad de unidad para que resurja una Bolivia con población de habla hispana, tupiguaraní, quechua y aymara, donde no haya cabida para falsos profetas e impostores de la actividad política. Por ello adquiere importancia de solucionar todo desencuentro nacional que provoca ojerizas en hombres y mujeres, en jóvenes y viejos, en fuertes y débiles, posponiendo la búsqueda de nuevos derroteros, por el bien común.
En suma: los bolivianos debemos renovarnos con la unidad que ofrece días mejores para enfrentar los retos del Siglo XXI.
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