Oscar D. Álvarez Mejía
En una entrega previa se informó que aproximadamente la mitad de los árboles de las aceras en los barrios de Calacoto, Sopocachi y Miraflores, se encuentra muerto o fue extraído, este es uno de los resultados de un trabajo de investigación desarrollado en la carrera de Biología de la Universidad Mayor de San Andrés, denominado Bases Biológicas de Gestión para el Arbolado Urbano de la Ciudad de La Paz. El estudio también revela una interesante referencia sobre la presencia de árboles nativos e introducidos en nuestras calles y avenidas.
El área en la que se asienta la ciudad, por su ubicación, se cataloga como valle seco que ocupa una cuenca cuyo origen se debió a un hundimiento profundizado por la erosión. Este escenario fue el ambiente donde desarrolló su vegetación natural primaria.
Las comunidades arbóreas estaban compuestas, entre otras, por el sauce, algarrobo, jacarandá, molle, queñua y kishuara, especies que formaban conglomerados boscosos de distintas extensiones; la moderada presencia de estas comunidades vegetales se debe a que las condiciones del clima y suelo son más propicias para el desarrollo de pastos (gramíneas); las especies leñosas se las utilizó para hacer fuego, lo que condujo inicialmente a una leve reducción de éstas, que a partir de la conquista española fue drástica. Con este proceso devino la erosión de las orillas de los ríos Choqueyapu y Orkojahuira primero, y luego los demás afluentes que forman el río La Paz.
Paralelamente se introdujeron especies foráneas, la vegetación nativa fue degradándose aceleradamente hasta niveles actuales, donde sólo quedan vestigios de ella en algunos remanentes urbanos existentes en laderas y espacios poco perturbados. La expansión de la estructura urbana no sólo ha dejado un paisaje cada vez más desmembrado y artificial, también ha desprovisto a sus habitantes de la noción del significado del entorno de valle sub andino.
La investigación revela elementos de interés y atención. De un total de 233 árboles mesurados en calles y avenidas de los barrios indicados, se reconoció 19 especies. Sólo la especie Schinus molle, conocida comúnmente por molle o falso pimentero, corresponde a la flora autóctona del valle de La Paz, presente en escaso 5 por ciento, las otras 18 son introducidas, consiguientemente la mayor proporción de árboles que ocupan las aceras en nuestra ciudad es de especies traídas de otras regiones; cabe destacar que especies como la queñua y kishuara no se las encontró en la muestra.
La encuesta, que es parte del estudio, reveló que pocos vecinos conocen los nombres de éstas últimas, en contraparte, las más nombradas son el pino, álamo y olmo. Las especies introducidas tienen pocas exigencias en cuanto a su adaptación, rápido crecimiento, facilidad de cultivo y mantenimiento que las convierte en idóneas para el arbolado urbano viario.
Una corriente sugiere utilizar especies nativas en nuestras calles, ya que éstas poseen una natural resistencia al clima paceño, menor requerimiento de nutrientes y agua, sin embargo su crecimiento es lento y, cuando se encuentran en estadios primarios o juveniles, necesitan mayor cuidado.
La investigación identificó que el género con mayor abundancia es la acacia con 49 por ciento, densidad que puede ser representativa del arbolado viario de la urbe paceña; le siguen el álamo, fresno, plátano, cerezo y olmo, como las seis con mayor frecuencia.
La acacia prevalece en Calacoto, el fresno en Sopocachi y el género platanus, conocido comúnmente como plátano, en Miraflores. La predominancia de distintas especies por zona se puede deber a diversos factores, uno de ellos es la disponibilidad de plantines en una época determinada, que coincidía con un plan específico de forestación.
Uno de los objetivos es iniciar programas y proyectos de investigación en desarrollo de especies nativas e introducidas, concienciar al ciudadano a vivir con respeto y apego a su arbolado, también recuperar especies nativas del valle de La Paz, equilibrando con aquellas introducidas que también dan beneficio al entorno urbano, ya que éstas fueron plantadas para cumplir un rol y utilidad.
Conocer el recurso arbóreo que tiene la ciudad en cantidad de especies nativas e introducidas, la mensura de éstas (edad, diámetro, altura, etcétera) y las condiciones en las que se encuentran, además del incentivo del plantado de árboles en general es importante para mitigar impactos irreversibles del proceso de urbanización: la deforestación y el incremento de las emisiones de dióxido de carbono.
Hemos adquirido un patrimonio arbóreo que se ha ido modificando en la ciudad y que constituye el soporte vegetal a partir del cual nuestro entorno se regenera y crece. Sin embrago, el medio ambiente no lo heredamos de nuestros ancestros sino que lo tenemos prestado de nuestros hijos.
El hombre lleva al árbol a compartir su espacio urbano porque de él requiere benéficos estéticos y de salud, tema de análisis y desarrollo en una siguiente entrega.
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