Oposición política sin rumbo

Desde que se hizo cargo el actual Gobierno del Estado boliviano se han producido modificaciones estructurales y constitucionales que no se habían dado desde la fundación de la República, el 6 de agosto de 1825.

En Latinoamérica diferentes gobiernos, unos constitucionales y otros por golpes de Estado, causan sorpresa y desconcierto, siendo considerados producto de ambiciones personales o de grupos palaciegos que sólo quieren usufructuar del poder.

Bolivia en los últimos tiempos no está en esa situación, ya que sus diferencias las resuelve con elecciones democráticas. La actual gestión gubernativa es producto de una elección popular y al obtener la mayoría de votos ha copado todos los espacios de poder, con apoyo de sectores sociales, entre ellos indígenas, que se consideran la mayoría, aunque en los hechos no lo son. Sin embargo, pese a que ellos gozan de las delicias del poder, no han alcanzado en esta gestión mejores condiciones de vida, porque la pobreza sigue latente en el campo, con condiciones económicas difíciles.

La nacionalización de los hidrocarburos dio a Bolivia mayor preponderancia en el mercado energético externo, ya que los países desarrollados precisan de nuestro gas, lo que significa mayores ingresos para la economía nacional. En cuanto a la producción minera, los precios de los minerales tienen subidas y bajadas, pero esas variaciones todavía no han afectado en demasía las recaudaciones del Tesoro nacional, lo que permite atender necesidades económicas del país. Por el contrario, otros países se quejan por la crisis que los está agobiando, especialmente en Europa.

Aunque se afirma que Bolivia está respaldada por las reservas del Banco Central, que son de más de 12.000 millones de dólares, pese a este “boom financiero” la situación económica tiene poca variación, ya que, por ejemplo, se continúa importando alimentos, porque la producción agropecuaria ha bajado y no abastece al mercado interno.

Lamentablemente, en el terreno político, el panorama no es de los mejores, porque se ataca sin cuartel a los opositores, lo que empaña la imagen de la democracia boliviana en el exterior. Se gobierna sin escuchar a la minoría opositora, que por su parte no tiene rumbo ni organización. Es evidente que el oficialismo está trabajando prematuramente para las elecciones generales de 2014, planteando el mismo esquema de política de cambio para mantenerse en el poder unos 30 años más.

Como están las posiciones, la situación para la oposición no es muy favorable, pese a que el oficialismo tiene menos apoyo, por problemas como corrupción, aumento del narcotráfico, falta de inversiones, desempleo, cierre de fábricas, crecimiento de la pobreza y enfrentamientos constantes entre sectores sociales.

Lo cierto es que la oposición no tiene un plan de gobierno y enfrenta división, con peleas internas de tipo personal y político. Los partidos tradicionales aparecen de vez en cuando y la carencia de líderes nuevos es alarmante. Algunos jefes políticos, que han tenido la oportunidad de gobernar fracasaron en sus gestiones, porque olvidaron que existía una mayoría pobre y necesitada. Pero ahora tratan de tener vigencia nuevamente.

En una nueva elección general, si la oposición se presentara dividida no tendría posibilidades de ganar. Por ello debe unificarse, deponer ambiciones personales y efectuar previamente elecciones primarias con participación de grupos sindicales (COB) y grupos sociales opositores, como los maestros. Aquí no hay derecha o izquierda, porque todos somos bolivianos, lo que se quiere es el bienestar general, para contar con una fórmula opositora con posibilidades electorales de triunfo. En caso contrario, se va a producir la votación regional, quedando anulados los partidos políticos y la división del país será un hecho muy grave para los bolivianos.

El autor es ex docente de la UMSA.