Guerra entre dos proyectos de vida

La llamada Guerra fría se desató al concluir la Segunda Guerra Mundial, aparentemente por un conflicto de intereses económicos y de dominio territorial por parte de las potencias vencedoras, EEUU y la URSS, dando lugar a una enconada y sorda lucha entre esas potencias, que no vacilaron en gastar mucho dinero en espionaje, propaganda contra el enemigo, armamentismo “disuasivo” que en cualquier momento podría ser usado contra del contrincante, si éste hacía algo que enfurecía al otro, como estuvo a punto de suceder en la década de los 60, a raíz de la llamada crisis de los misiles soviéticos en Cuba; y que si se desataba, podría haber convertido a nuestro mundo en cenizas nucleares. Con la caída del comunismo, el mundo respiró tranquilo.

Pero, detrás de esa pelea se ocultaban siniestros proyectos de vida para la humanidad. Si el comunismo se imponía, dejaba de haber libertad de conciencia y de pensamiento, pues con la doctrina socialista era suficiente; el partido único, con un líder omnímodo se haría cargo de todo cuanto interesara al ser humano: una modesta vivienda para hacinar a dos o más familias, una tarjeta de racionamiento de alimentos, que le permitiera subsistir para trabajar produciendo para el Estado, que cada vez era más poderoso e invencible.

Todo eso con la promesa, siempre lejana, de dar felicidad al ser humano liberándolo de la explotación capitalista. Desgraciadamente, parece que quienes soñaron con ese proyecto no se sintieron derrotados y esperaron el momento para volver a la lucha. De acuerdo con la denuncia de Eudoro Galindo, en su libro: “El legado maligno, despotismo y dictadura en Latinoamérica”, así lo hicieron en la reunión de San Pablo, Brasil, donde se pusieron a elaborar un nuevo proyecto de guerra contra su tradicional enemigo.

¿En qué consiste ese plan? En recurrir a la guerra de guerrillas, al terrorismo, al sabotaje, al engaño, al desprestigio de la democracia, al desorden, a alargar los conflictos para desesperar a la gente, que no puede desenvolverse con tranquilidad en sus asuntos, a la división y enfrentamiento de la ciudadanía, al cambio de constituciones que permita la acción de grupos desestabilizadores que, con el argumento de defender y devolver dignidad a las minorías preteridas y explotadas, se pongan a socavar las bases de las naciones y las debiliten para el ataque final; y, una vez en el gobierno, a tomar el control de la prensa para acallar a las voces incómodas, y difundir únicamente la propaganda conveniente que pueda “ablandar” a la opinión pública, desorientándola y evitando que tome consciencia de cuanto pasa, para ellos poder seguir actuando y envolviendo a la sociedad en sus hilos opresores. En imponer gobernantes fuertes que busquen la concentración del poder en sus manos, lo cual les ha de permitir ignorar y pisotear las leyes para continuar con el proyecto. Y otros métodos.

Como se ve, el proyecto ya está en marcha. La inacabable guerra en Afganistán e Irak y los conflictos en oriente están enseñándoles valiosas lecciones para mejorar sus métodos en otros lugares, como Hitler lo hiciera en España, antes de la Segunda Guerra Mundial. En Latinoamérica también las cosas caminan: Venezuela desde hace más de un decenio tiene un gobierno con las características señaladas anteriormente, y ayuda con dinero y gente a quienes se encaminan a ese objetivo; Ecuador está practicando los mismos métodos, pues dice haber vencido un golpe policial, del cual no se conoce las causas reales o artificiales que lo produjeron, y se empeña en acallar a la prensa.

En Bolivia sabemos qué está pasando, y vemos cómo se sigue los pasos señalados en el plan, con una seguridad y desparpajo que nos dejan perplejos, pues saben perfectamente lo que hacen.

El libro de Eudoro Galindo: “El legado maligno”, se presenta en la Feria del Libro, hoy a las l8 horas.