¿SERÁ CIERTO QUE EL REY ENRIQUE VIII NO SE LAVABA NUNCA?
Recientes investigaciones hacen suponer que el rey Enrique VIII de Inglaterra alguna vez tocó agua, como lo prueba el baño turco, que se halló en Whitehall, un céntrico barrio londinense.
El rey famoso por sus seis esposas, dos de ellas, Ana Bolena y Catalina Howard, murieron decapitadas acusadas de adulterio y por haber fundado la Iglesia de Inglaterra, falleció en 1547 a los 56 años dejando tras de sí la leyenda de que olía mal porque no le gustaba bañarse, una fama compartida por el resto de la familia Tudor, desde Enrique VII a Isabel I.
El baño turco que había mandado construir, el primero en Gran Bretaña, no es de todos modos una prueba concluyente de los hábitos de limpieza que practicaba el rey. “Una cosa es tener un baño turco y otra usarlo”, afirmaba el historiador David Gaimster, del British Meseum.
Pero cabe pensar que por lo menos una vez Enrique VIII se lavó en ese hasta ahora misterioso baño privado que figura en el inventario de Whitehall Palace en 1543.
NIÑO CRIADO POR CANES SALVAJES
A mediados de siglo pasado, un niño de nombre Vania Mishukov, fue abandonado por sus padres, ambos alcohólicos, en un barrio de los suburbios de Moscú, cuando tenía apenas dos años de edad.
Los perros de la zona lo adoptaron y le enseñaron a buscar sustento en los tachos de la basura, a esconderse en las alcantarillas y a procurarse calor junto a las tuberías del agua caliente cuando aprietan las largas noches del invierno.
Anoticiadas las autoridades por los crecientes rumores sobre un “niño salvaje criado por los perros”, empezaron a buscarlo y lo encontraron, el rescate costó una feroz batalla con los perros, finalmente consiguieron atraparlo y llevado a un Instituto.
Una vez allí, el pequeño Vania aprendió rápidamente el lenguaje de los humanos, y varias familias se ofrecieron para adoptarlo, pero el ex “niño salvaje” expresó un único deseo, “volver con los perros”, entre quienes hallaba el calor y el amor que evidentemente nunca encontró entre sus congéneres.
LA HISTORIA DE LOS 30.000 DÓLARES
En Génova, Italia, un ítaloperuano pensó que sus vacaciones se habían frustrado cuando comprobó que había deja do en un automóvil alquilado la chaqueta con 30.000 dólares en los bolsillos.
Vittorio Canepa, de 50 años, el ítaloperuano nacido en Carasco, un pequeño pueblo de la comarca de Chiavari, a 38 kilómetros de la septentrional Génova, no contaba con la honradez del chofer.
Canepa llegó el domingo al aeropuerto milanés de Malpensa en compañía de su esposa, de nacionalidad peruana, y alquiló un coche, conducido por Walter, para viajar hasta Chiavari.
Una vez en esta localidad, despidieron al chofer para dirigirse a Carasco, donde viven sus familiares italianos, en un taxi.
En el viaje hacia Carasco, Canepa se da cuenta de que había dejado olvidada la chaqueta con los 30.000 dólares en el automívil alquilado. Canepa intenta explicarle al taxista lo ocurrido, pero el hecho de que hablase solamente español creó una dificultad añadida. El ítaloperuano pensó que había perdido los 30.000 dólares para siempre.
La situación quedó superada cuando Canepa y el taxista comienzan a entenderse en dialecto genovés. Se dirigieron a una comisaría y allí Canepa presenta la denuncia correspondiente.
Pocas horas después, la sorpresa: los 30.000 dólares estaba de nuevo a su disposición, ya que Walter, una vez regresó a Malpensa, encontró la chaqueta con el dinero y la entregó a la policía para que la restituyera al legítimo propietario, el feliz Canepa.
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