Algunos de nuestros antecesores no pudieron o no quisieron construir, en dictadura o democracia, un país de común acuerdo, y no siempre con consenso y unanimidad, a favor de la inclusión social con desarrollo sostenido. En consecuencia fueron frecuentes los resquemores de índole regionalista o racista, actitud que profundizó nuestras diferencias. Estos problemas se manifestaron inclusive en el escenario de la Guerra del Chaco de los años 30 del siglo pasado. En otro caso, los sucesos de Terebinto fueron resultado del apasionamiento político - regionalista.
Nos explicamos: no hubo profunda preocupación por legarnos un país representativo de orientales y occidentales, de citadinos y rurales, de ricos y pobres. Sin embargo necesitamos un país con capacidad para promover condiciones objetivas y subjetivas de unidad nacional, tomando en cuenta que ésta es en todo el mundo un factor determinante que posibilita desarrollo. En este marco la inquina de tipo regionalista o racista truncó la expectativa de mejores días.
Requerimos un país vigoroso y digno, donde gobernantes y gobernados honren los compromisos contraídos dentro y fuera de nuestras fronteras. Debemos cumplir, asimismo, con todo lo dispuesto en las normas de antigua o reciente data, como signo de convivencia civilizada.
Queremos un país con alto contenido social, intrínsecamente nacionalista y profundamente reivindicacionista de nuestro Litoral cautivo, a fin de movilizar a la sociedad hacia los caminos de la liberación nacional, evitando con firmeza y patriotismo el saqueo de los recursos naturales, renovables y no renovables, por el bien común.
En este entendido la historia nos insta a reflexionar sobre el destino nacional, que requiere de nuestro espíritu creador, de trabajo cotidiano y esfuerzo productivo, en tiempos de crisis o bonanza económica, para diseñar una nueva Bolivia. Ese propósito nos conmina también a borrar los vestigios de la división y confrontación que impiden la unidad nacional.
Y como integrantes de la nacionalidad, con presencia en el oriente y occidente, en la ciudad y el campo, no podemos quedar indiferentes ante el curso que sigue el destino patrio, en medio de esperanzas y desesperanzas, de avances y retrocesos, por cuanto los problemas sociales son de dimensiones insospechadas.
En suma: los bolivianos debemos tender a construir un país integrado e incluyente, donde todos tengan cabida, con derechos y obligaciones. Que nadie se sienta excluido ni postergado.
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