Las acciones desplegadas por el régimen del MAS en los últimos años, están dirigidas a conquistar el poder, una y otra vez, mediante la división. No vacila en dividir a sus propias fuerzas y es así como se presentan muchos adherentes que en el pasado habían sido acérrimos defensores del presidente Evo Morales, de los principios masistas y del entorno palaciego en general, con una adhesión férrea, inquebrantable, indestructible y, sobre todo, leal a toda costa, que hoy, por el paso del tiempo y las acciones desplegadas por el mismo partido, están “fuera del tiesto de poder”.
Desde los resultados de las elecciones de 2005 y que le dieron el triunfo al MAS, que asumió el gobierno en enero de 2006, surgió una convicción en los militantes del partido del Presidente: mantener la unidad partidaria para hacer posibles las políticas de cambio. La verdad es que ninguno de esos propósitos fue posible porque, en primer término, la anunciada unidad se convirtió en división casi permanente, ya que no tardaron en presentarse los disidentes que se separaron del Presidente y su entorno y, en algunos casos, se hicieron acerbos críticos.
En segundo lugar, las anunciadas políticas de cambio no se hicieron realidad porque no hubo vestigio de que sus componentes, que debían ser autores de los cambios, quisieran cambiar al mantenerse en posiciones de siempre y que estaban inclinados a mantener conductas contrarias entre los grupos en los que surgieron ambiciones y ansias de poder. Este fenómeno no es nuevo y ratifica, una vez más, el hecho de que “donde hay mucho poder hay muchos interesados en beneficiarse de él”.
Los disidentes del MAS y, peor, los que estando en el entorno íntimo del Presidente, no podían concebir que otros, de reciente militancia, asuman posiciones de poder que los desplacen. Este nuevo estado causó confrontaciones que dañaron seriamente la estructura partidaria y dieron lugar, además, a antagonismos que se hicieron permanentes y cuyas heridas no se puede restañar.
Estas situaciones son aprovechadas por el Presidente que cree que dividiendo puede reinar mejor y, a la vez, conquistar nuevos adherentes que están dispuestos a darle todo su apoyo y llevar sus lealtades “hasta las últimas consecuencias” como partidariamente se acostumbra decir, sin que haya visos de alguna verdad en la frase.
La división ha permitido que el MAS se fortalezca en sus propios yerros, hasta el extremo de que puede hacer frente a los casos de corrupción que tienden a deteriorar sus bases y, además, pueden convertirse en elementos que lo lleven a perder más militancia y que converjan hacia otros grupos políticos o, también, armen nuevas fuerzas que sean antagónicas al partido del Presidente. La verdad es que la división, pese a sus ventajas aparentes, siempre es peligrosa porque el desgajamiento de fuerzas debilita hasta a los más fuertes. Estas son realidades que tendría que sopesar el jefe del MAS, especialmente si tiene juramentados a quienes están dispuestos a jugarse íntegramente por su triunfo en diciembre de 2014.
Finalmente, siempre existe la posibilidad de que los opositores aprovechen la división masista, pero siempre que ellos presenten un grupo homogéneo que efectivamente pueda tener fuerza y capte la confianza de la colectividad que asista al acto eleccionario. De todos modos, hasta diciembre de 2014 falta mucho tiempo y éste es el que dará respuestas que hoy resultan difíciles.
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