Cada país tiene una sola bandera que venera y respeta. Bolivia tiene tres: la Nacional, el patajú y la whipala. Tenemos dos fundaciones: el 6 de agosto de 1825 y el 21 de enero de 2006, postura boliviana que provoca hilaridad en otros países e interrogantes en el pueblo boliviano.
Una nación se identifica por sus símbolos, que expresan lo más característico y representativo de ella, condensan su personalidad colectiva. La bandera boliviana no es respetada ni reverenciada. Se la exhibe como si fuera un trapo cualquiera en locales de expendio de bebidas alcohólicas. Es maltratada en concentraciones deportivas, entradas folclóricas, marchas de protesta, asambleas políticas, e izada sin respeto; no es reemplazada cuando está deteriorada.
Poca gente entiende que a la bandera se la defiende en combate y que cualquier insulto a ella es tomado como ofensa al país. Ahí radica su carácter de insignia, con la capacidad para materializar lo que es profundamente vivido como propio por toda una nación. Declarada Bolivia como Estado libre y soberano, a los pocos días de la creación de la República, el 17 de agosto de 1825, se instituyó la enseña nacional.
Nuestra bandera está tejida con todos los hilos de la desgracia y la bienandanza. En su trama se entrelazan todas las heroicidades, congojas, los anhelos más notables y las mayores esperanzas. Sus amplios pliegues flamearon en medio de la humareda de las batallas con el ritmo de las ametralladoras y recibieron el homenaje de los cañones y el beso de la gloria en muchas acciones bélicas.
En sus matices que derivan de los cálidos colores de la kantuta, símbolo imperial de los soberanos de Tiwanaku y Kollasuyo, de los tonos suaves gualda y esmeralda, extraídos de la leyenda áurea del Gran Paitití, se hallan dormidos los fastos de épocas lejanas, misteriosas. Asimismo la bandera blanca de las Tierras Bajas con la flor del patajú al centro, símbolo vegetal del Oriente, que acompañó a los indígenas marchistas defensores del TIPNIS, constituye la divisa de la integración boliviana.
Los colores triunfales, rojo, amarillo y verde flamearon por primera vez en la cumbre del Cerro rico de Potosí, en la mano recia y nervuda del Libertador Simón Bolívar, como aquella tea simbólica profetizada por Pedro Domingo Murillo que no se apaga.
El uso de la whipala en Bolivia no solamente proviene de la época de la Conquista, sino de miles de años. Los aymaras y posteriormente los quechuas incásicos, los tupiguaraníes usaron diferentes banderas llamadas whipalas, las cuales se componen de infinidad de cuadros de variados colores, como una pared lítica tiwanacota, que actualmente usan los campesinos, originarios, indígenas del altiplano, que representan a diferentes ayllus, comarcas y sayañas.
La Constitución en su artículo 6, promulgada el 7 de febrero de 2009, incluye este banderín como símbolo del Estado plurinacional. Es una banderola que identifica sólo a indígenas del occidente del país y al parecer existió una imposición, orden superior, para que la lleven en sus uniformes las FFAA, la Policía Boliviana, que la población la reverencie por interés político partidista y que en el país sea izada junto a la bandera boliviana, aunque parece ser un atrevimiento mayúsculo de los políticos de turno, dice la opinión pública. La bandera de Bolivia, sin duda, es única. Ninguna otra es comparada con la grandiosa tricolor del pueblo boliviano.
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