Entre los humanos es muy fácil lanzar críticas y difícil recibirlas. La actitud de desechar cualquier cosa útil que contenga la crítica, es factor común porque se considera una crítica como un ataque. Sin embargo asimilar las críticas con seriedad, sin importar lo inútiles que sean tampoco acarrea beneficio.
La casi mayoría de la gente conviene que la retroalimentación es importante, pero la actitud oculta es siempre beneficiosa cuando es buena.
Parecería que es más fácil lanzar una crítica que recibirla, y no siempre es el caso, al menos si la persona quiere hacerla bien. Por ello es muy importante establecer la diferencia entre crítica y retroalimentación, de cuya digresión científica extraemos: la crítica es sentenciosa y acusatoria e involucra etiquetar a la persona, sermonear, moralizar y hasta ridiculizar con dos vertientes: el sarcasmo y el sardonismo, conceptuando a la primera como la ironía hiriente y mordaz, con la que se insulta, humilla y a la vez se ofende a alguien y a la segunda le corresponde la afectación y la maledicencia irresponsable.
La retroalimentación se centra básicamente en proporcionar información concreta para motivar en el recipiente o receptor una reconsideración de comportamiento.
La crítica implica ineludiblemente hacer suposiciones negativas sobre los motivos de la otra persona a la que lanzamos la crítica. La retroalimentación reacciona no a la intención, sino al resultado real del comportamiento.
La crítica, si se la emite de manera incipiente o pobre, con frecuencia incluye consejos, órdenes y ultimatums, lo que hace que la persona que la recibe se sienta enojada y a la defensiva, socavando cualquier posibilidad de beneficio. La retroalimentación, por su parte, no se centra tanto en cómo debe cambiar la persona, sino que trata de provocar una discusión sobre los beneficios del cambio.
En general, parece que la crítica es muy difícil de aceptar en las culturas occidentales y es vista como una amenaza o un ataque a la autoestima o como una violación a las reglas sociales. En las culturas del lejano oriente, la autoestima es importante, pero más importante es mejorar uno mismo.
Lo importante cuando surge una crítica es escuchar y no ponerse a la defensiva, pero tampoco debe asumirse que toda crítica es correcta, siempre es sabio determinar en el transcurso de la crítica qué información es valiosa y desechar la que es irrelevante.
Solamente basta dar un repaso a los medios de difusión escritos y dar mucha atención a los orales, específicamente en los tiempos pre eleccionarios, para concluir que todos los políticos, sin excepción, simplemente con la diferencia de la acentuación, están encadenados a un egocentrismo enfermizo que les impide absorber las críticas con criterio de beneficio y sólo buscan, sin analizar el contexto de la crítica y enervarla sistemáticamente, reivindicar su posición con otro ataque más incisivo y cáustico.
Con estas actitudes no se respeta el derecho a la fama y dignidad de los demás y nunca conocerán dónde se inicia y termina el derecho propio y el de los demás, que es una regla moral excelsa para la pacífica convivencia social y único mecanismo que genera el respeto de la población hacia el sujeto que vive de la política.
Ahora es tiempo de dosificar la crítica en un ambiente convulsionado de objeciones al Gobierno y por la actitud de la oposición.
El autor es abogado corporativo. Postgrado en Arbitraje y Conciliación.
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