Maltrato en defensoría

Señor Director:

El 16 de agosto visité la Defensoría del Pueblo para presentar mi queja en contra del representante de la Mesa Defensorial de Puerto Suárez. A la entrada, la dama encargada de informaciones me dijo que no sabía sí el licenciado Rolando Villena había llegado; luego manifestó que el señor estaba en Trinidad, puesto que un representante de la institución falleció y si gustaba podía leer el periódico para comprobar lo dicho. Luego me enviaron a otra oficina, donde me atendió una jurisconsulta, la que -según ella- hacía un trabajo de clonación de hoja de ruta, antes de que yo llegara (?).

En cuanto escuchó el nombre de la persona contra la que me quejaría, llamó al supervisor diciéndole que “había un señor que estaba irritado”. El citado caballero me envió donde otra abogada, la misma que dijeron estaba en una reunión; su secretaria me dijo que estaba en un curso de capacitación. ¿Por qué mienten?

En suma, no me atendieron y vuelvo a Puerto Suárez con la queja en el bolsillo; con la frente alta, sin cierre en la boca, porque nací libre. Estoy convencido ahora de que no hay a quién quejarse del maltrato del que somos víctimas los viejos. El contenido de mis quejas lo enviaré en sobre al señor Villena, con la esperanza de que se lo entreguen, lo lea y dé una respuesta cortés y misericordiosa a mi persona.

Debo insistir en que la anterior encargada de la Mesa Defensorial de Puerto Suárez, en siete años de labor cumplió con eficiencia y valor sus funciones, hasta el extremo de que nunca utilizó el vehículo oficial para dirigirse a su domicilio, pese a sus deficiencias, que la señora jamás invocó, menos la gente del pueblo que se dirigió en carta pública al señor Villena, pidiéndole la ratificación de la señora citada. Pero, don Rolando Villena me dijo, en una entrevista radial: “¡caso cerrado!”.

Final: seguramente la abogada que me atendió pensó que no me daría cuenta de por qué eludió recibir la queja. Entiendo el “espíritu de cuerpo” entre colegas defensores y no me queda duda de que el país funciona así: ¡protégeme que yo te protegeré!

Juan Bautista del C. Pabón Montiel