Existen algunos indicadores que pueden darnos datos para tomar en cuenta, por ejemplo, la persona empieza a regalar sus cosas más preciadas y a deshacerse de sus pertenencias, como un gesto de amabilidad o simple desprendimiento.
Se tornan más aisladas, menos comunicativas, se ausentan del trabajo o espacios de interrelación social; se les reconoce una faz de tristeza constante y muestran explosiones de llanto sin razón aparente, negándose a dar explicación sobre el tema, negando su estado deprimido.
También existen efectos paradójicos, ya que en algunos casos el suicida culpa a alguien (por ello que es muy común las cartas suicidas), de tal modo que uno se habría suicidado por “él” o “ella”. Este efecto es también lógico, el superviviente, “él” o “ella”, pensaría: “se mató por mí”, lo cual produce un aumento de la propia autovaloración, además de una visión del medio circundante parecida, es decir, una duda ante una nueva imagen que preguntaría: “que tiene este sujeto para quitarse la vida (suicidado) por “él” o “ella”, aumentando aún más la valoración del sujeto a quien se quiso dejar la culpa. Al principio, el sobreviviente sentirá la culpa y se reprochará no haber hecho algo para evitar el suicidio, pero más tarde su autoimagen se potenciará, cuando empiece a pensar: “otro se mató por mí”.
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