Antes de la presente y deslucida época que vivimos, Bolivia en el concierto de las naciones siempre aparecía luciendo acciones y actitudes épicas y heroicas que causaban la admiración mundial. Esas expresiones eran las revoluciones, motines militares, golpes de Estado, levantamientos campesinos, guerras y sucesos parecidos. Ese tiempo heroico parece que ha terminado y ha sido sustituido por una etapa del ridículo o sea digna de burla.
En efecto, Bolivia está pasando de tener una imagen de seriedad a una que causa risa y, como dice la sentencia universal, está en el momento en que de lo sublime a lo ridículo no dista más que un paso.
Hasta hace poco tiempo ese prestigio épico, de grandes sucesos políticos y sociales, provocaba admiración y hasta el asombro mundial. Pero ahora Bolivia se ha vuelto el hazmerreír, por actos y dichos de sus personajes destacados. Expresiones de altos funcionarios se han vuelto motivo de burla, quedando afectados no sólo ellos sino todo el país. Opiniones oficiales acerca de, por ejemplo, que las piedras tienen sexo y se reproducen, que la papalisa es afrodisíaco, la Coca Cola y el pollo causan homosexualidad, las coplas carnavaleras del presidente Evo Morales, aplaudidas por sus ministras y hechos parecidos, han sido jocosas expresiones que han causado ruidosas carcajadas en todo el planeta, mostrando a Bolivia como un “país de opereta” y a sus conductores poco menos que como a hombres de circo.
Esa presencia por demás lamentable ha llegado a su culminación en días anteriores, con la información, tal vez mal captada y peor transmitida, en cuanto a la nueva paternidad del Presidente del Estado por su supuesta relación con una menor de edad.
El caso -al igual que los anteriores- ha dado la vuelta el mundo con gran escándalo, haciendo ruborizar a los ciudadanos, tanto por el hecho en sí mismo como por supuestos agravantes, de tal forma que en vez de que, como antes, Bolivia cause asombro por sus noticias, ahora es motivo de chacota y ridículo.
El caso del supuesto embarazo de una menor de edad, familiar de una autoridad del régimen del sexenio, se convirtió en asunto público, no por el hecho de mínima cuantía propiamente dicho, sino por la publicidad que le dieron autoridades de gobierno. Tan apresurada, enérgica y ruidosa publicidad al caso de marras tuvo -al contrario de lo que se podía esperar- efecto contrario y en vez de pasar al olvido, se fue agrandando, al extremo que se llegó a que “negar es afirmar”.
En efecto, el inocente tema ha devenido en un candente argumento que se extendió como aceite sobre el agua, quedando, en esa forma, sus protagonistas en situación de culpabilidad, al contrario de la imagen de seriedad que estaban gozando hasta entonces y confirmando que de lo sublime a lo ridículo no dista más que un paso y el ridículo de una autoridad tiene efecto demoledor.
En síntesis, se puede considerar que un caso sin mayor significación se convirtió por falta de tino y buen sentido en un tema mundial debido al lamentable tratamiento que dieron al asunto quienes tratan de sacar las castañas del fuego. Así hemos pasado de la época de las revoluciones a la etapa de lo risible.
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