Desde que el hombre alcanzó cierto grado de civilización se ha respetado el derecho a opinar de forma diferente, y por eso se ha brindado el asilo a quien, por una u otra razón, criticaba hechos que eran reprobables, y se lo protegía para que su seguridad física, y aun su vida, no corriera peligro. Los Estados “democráticos”, como EE UU e Inglaterra, decían ser fieles y grandes defensores de esa causa, tanto que brindaron refugio, paz y trabajo a los disidentes del nazismo y del comunismo; pero hoy están traicionando esos postulados. ¿Por qué? En el mundo se está jugando en este momento la pelea entre los poderosos y quienes se sienten sometidos por ellos, tanto es así que en un artículo anterior denunciaba los preparativos de minorías irresponsables para cuestionar ese orden mundial, mediante el terrorismo, que lo practican tanto dentro como fuera de su organización.
Los gobiernos de las potencias tienen políticas para todo el mundo; lo miran como si fuera la propiedad de los monopolios de armas, de la gran banca y otras transnacionales interesadas en someter a la gente, como ha sucedido en EEUU y España, donde los ahorristas han perdido su dinero debido a la especulación con la vivienda, la cual ha generado una crisis mundial. Esos poderes están también interesados en el petróleo y materias primas para mantener la producción de bienes a bajo costo, para ellos, en espera de enormes ganancias con la venta de los mismos.
Por eso las grandes potencias tienen una política pública, a la cual tiene acceso la prensa, y, otra, secreta, que se mantiene en absoluta reserva para que sólo los encargados de ponerla en práctica la puedan conocer, y eso, únicamente en la parte que les corresponde. Esa política mundial, de avasallamiento, es la peligrosa. De ahí que quienes están comprometidos moralmente con la libertad humana se hayan preocupado por denunciarla, desenmascarando a los poderosos para tratar de poner freno a sus tropelías; entre ellos está Julián Assange y ciertos medios de información que han logrado rasgar el denso velo del secreto, lo cual ha desatado la furia de los autores de esos planes porque les quita fuerza y efectividad.
Ahora se olvidan de “principios” que antes defendían, y olímpicamente se olvidan de ellos. Se han permitido rodear con policía a la embajada del Ecuador en Londres, donde se ha asilado esa persona, en recuerdo de los mejores métodos de la Gestapo, la NKVD o el gobierno de Augusto Pinochet, y aun de violar la extraterritorialidad de esa embajada. Parece que hoy estamos volviendo a métodos no sólo dictatoriales sino de franca opresión inquisitorial, donde el inquisidor tenía todos los privilegios, y la víctima todas las desventajas.
Recuerdo que hace años, Hermann Hesse, el gran novelista alemán, advertía en alguna de sus obras que la humanidad podía entrar en una nueva edad oscura, donde los derechos fueran fácil y obligatoriamente burlados para preservar el “orden mundial” impuesto por pocos. Parece que eso se está cumpliendo. Dios nos ampare.
En nuestro país está sucediendo eso. El derecho de asilo no se lo respeta, no se concede la visa para que el refugiado en una embajada pueda salir y vivir en esa nación soberana, que generosamente le ofrece protección. Y ¿por qué? Por no estar de acuerdo con actitudes de grupos y personas, y, sobre todo, por denunciar negociados y malos manejos de gente que está amparada por el poder momentáneo. El senador Róger Pinto dice tener una lista de personas involucradas en el narcotráfico y quiere hacerla conocer únicamente al presidente Evo Morales.
Le han dicho que la dé a la justicia y se someta al juicio, él no quiere, porque sabe cómo está funcionando últimamente nuestra justicia; y la persecución sorda, subterránea, “legal” se ha ensañado con Pinto, a tal punto que, temiendo por su integridad física, ha buscado refugio en esa sede diplomática.
Lo paradójico es que ahora se levantan voces airadas de críticos con la actitud británica, y hay autoridades que hablan del respeto que se debe al asilo concedido por una nación soberana, que ha procedido con responsabilidad; es decir, hay gente que mira la paja en el ojo ajeno y no la viga en el propio, como debemos hacerlo todos, pues de una u otra manera, somos responsables del mal que hay en el mundo.
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